Termina el año 2024; un año realmente difícil para el bienestar de las familias ecuatorianas. Sin embargo, los obstáculos son oportunidades para repensar y cargar energías.

Es el significado que les damos a esas circunstancias lo que puede catapultarnos o hundirnos.

Cuando niña pensaba que Papá Noel llegaría a dejarme la bicicleta que tanto deseaba.

Un año, mi padre se quedó sin empleo y mi madre estaba enferma. Entonces, escribí con mis garabatos: “Querido Papá Noel, déjame una bicicleta, así iré a la escuela sin gastar dinero para el bus”. Recuerdo la cara de mi padre y su profunda tristeza al verme escribir esas líneas… Dejé la carta cerca de la ventana.

Al día siguiente, me levanté tempranito y la carta seguía ahí.

Vi la figura de mi viejo, se acercó, sostuvo mis manos, empezó a llorar. Me dijo: “El Papá Noel es en realidad tu padre, pero ahora no tiene empleo. ¡Papá Noel no existe! Lamento haberte mentido…”. Ese recuerdo me acompañó la vida entera. No obstante, cuando la emoción se apagó, mi papá me dijo que Dios nos da otros regalos, como la capacidad de razonar y la voluntad de seguir adelante.

Me imagino que también hoy hay padres y madres que no lograron comprar la bicicleta o el juguete que anhelaban sus hijos. Y que de alguna manera sus pequeños descubrirán que los seres mágicos solo existen en la imaginación y que, sin embargo, la vida tiene otros regalos, como la capacidad de conseguir las cosas por uno mismo, ese es un don en sí mismo.

Siempre he lamentado que la Navidad se mezcle con motivos comerciales, donde sale a flote la diferencia entre los que tienen y los que carecen de lo básico. Si analizamos, los símbolos como Papá Noel, la caja de regalos o el árbol, posiblemente, no tienen mucho que ver con el nacimiento de un niño en un pesebre y en condiciones difíciles.

Quizá Dios eligió que su hijo nazca en un entorno rural y pobre, por alguna razón que todavía la mayoría no entendemos.

A cuenta de la Navidad, los escaparates se llenan de mercancías y fotos superfluas invaden las redes sociales mostrando el plato de comida, el vestido nuevo o la imagen retocada que consolida el espectáculo de la vanidad. En un país donde la pobreza se toma las calles y las casas, resulta ridículamente insultante que se derrochen recursos en asuntos insignificantes y se movilicen incluso grupos de tecnocumbia a espacios como la Asamblea, donde deberían primar la prudencia y la acción social.

Mientras tanto, los niños y las niñas de nuestro país esperan por servicios básicos. Por ejemplo, en Esmeraldas, más de la mitad de las familias carecen de agua potable y alcantarillado; y en el país aumentan los jóvenes bachilleres que no ingresan a la educación superior. Ojalá los que gobiernan, ejecuten planes de desarrollo eficaces, eso sería el mejor regalo de Navidad, para que la voluntad de seguir trabajando se reavive en cada familia. (O)