Dentro de los cientos de necesidades y preocupaciones que vivimos los ecuatorianos, considero que existe una que todavía no alcanza el rango de prioridad: la salud mental.
La depresión y la ansiedad son los mayores problemas del siglo, y el suicidio se ha convertido en una de las principales causas de muerte entre los jóvenes.
Una realidad grave sobremanera, pues los servicios de salud mental son extremadamente deficientes.
Hay deficiencia de psicólogos y psiquiatras en la red nacional de salud, siendo que existe en promedio uno por cada 100.000 habitantes, lo que limita significativamente el acceso al tratamiento adecuado.
Por otro lado, el acceso a este derecho –recientemente reconocido por la Asamblea Nacional– se vuelve una más de las garantías que no ven la luz. Cientos de personas no saben cómo pedir ayuda o simplemente la evitan por temor a ser estigmatizadas.
Esto último, combinado con una economía frágil y el simple hecho de lograr sobrevivir, hace que el tratamiento de salud mental se considere un lujo inasequible para muchas familias.
La falta de oportunidades laborales y la incertidumbre económica agravan aún más la situación, aportando al ciclo de pobreza y problemas de salud mental.
Una cara muy visible de este panorama son las mujeres. El embarazo adolescente, la deserción escolar, la violencia de género, la falta de paridad laboral, etc., son problemas profundamente arraigados que afectan gravemente su bienestar emocional y psicológico.
La falta de apoyo y recursos adecuados agrava estas condiciones, llevando a muchas mujeres a situaciones de desesperación y aislamiento.
El 35 % de las mujeres jóvenes en Ecuador han experimentado síntomas de ansiedad y el 25 % ha sufrido síntomas de depresión, por mencionar solo un par. La violencia doméstica es otra grave preocupación, con muchas mujeres viviendo en un estado constante de estrés y miedo.
¿Se pueden tomar mejores modelos de políticas públicas? Tomemos el ejemplo de Australia y su iniciativa Better Access, con la que se ha mejorado la accesibilidad a servicios de salud mental mediante subsidios y formación continua para profesionales. Mientras, en el Reino Unido, el programa Improving Access to Psychological Therapies (Mejorando el acceso a las terapias psicológicas) ha proporcionado tratamientos basados en la evidencia, logrando altas tasas de recuperación para la ansiedad y la depresión.
Ahora, en un país como Ecuador, en donde las deficiencias de atención a las necesidades son tan altas y desgarradoras, ¿podemos esperar que se priorice la salud mental cuando todo es prioritario? ¿Cuenta el Ecuador con los recursos para generar una correcta política pública que nos facilite el acceso a este derecho a la salud? ¿Qué más podemos hacer?
Desde JuntasXEllas estamos trabajando todos los días por la salud mental de las mujeres y pronto, en servicios para mipymes, algo que se puede conocer más visitando www.juntasxellas.org. (O)