Una reciente estadística concluye que en lo que va del año el crimen en la ciudad de Durán se ha incrementado sustancialmente en comparación con 2023. Y ya el año pasado el índice de crímenes era mayor que el de las dos ciudades más violentas de México, Colima y Ciudad Obregón. De acuerdo con la revista The Economist, la tasa de muertes violentas de Durán es 50 % más alta que el siguiente lugar más violento del mundo, que es Mandela Bay, Sudáfrica. Todo hace indicar que ese índice de violencia va a continuar y no solo en Durán, sino en general en el resto del país.
Las primeras decisiones que adoptó el Gobierno, y que fueron bienvenidas por la ciudadanía como acertadas, se han ido diluyendo; cosa que es explicable frente al gigantesco fenómeno de la delincuencia que tenemos. Los estados de excepción van y vienen, las reformas se suman y los planes se apilan. Pero los resultados no son los esperados.
Hay voces que apuestan como solución el adoptar un modelo dictatorial: solo un régimen autoritario que concentre un poder prácticamente absoluto en manos del presidente y, por ende, de la fuerza pública, podría garantizar una salida. Habría que eliminar todo obstáculo que impida un ejercicio prácticamente absoluto del poder para sojuzgar a la delincuencia. La solución no es muy original, ciertamente. Ya lo hemos experimentado en el Ecuador. En su momento, la mayoría de los ecuatorianos creyó que otorgándole un poder casi absoluto a un caudillo ello iba a solucionar nuestros problemas. Pasaron los años y todos sabemos el resultado. ¿Queremos seguir incurriendo en ese error? El poder absoluto únicamente conduce a la corrupción y desgobierno total.
Los que creen que copiando el rasgo autoritario que exhiben otros gobernantes nos traerá paz y prosperidad simplemente no comprenden la naturaleza de la delincuencia que tenemos. A diferencia, por ejemplo, de El Salvador, en nuestra nación la delincuencia no se reduce únicamente a pandillas callejeras. No. En nuestro país, lamentablemente, el crimen y la violencia ha colonizado buena parte del Estado y se ha instalado en las entrañas de la clase política. Es el problema que enfrenta hoy México y por el que atravesó Colombia en los años 90 e Italia en los años 80. En otras palabras, tenemos un problema estructural que no se soluciona enviando más militares a las calles o alentando frenéticamente que se violen nomás los derechos humanos y las libertades civiles en nombre de la paz, la seguridad y el orden. Nos guste o no, esa no es la solución. La salida no pasa por destruir la institucionalidad republicana y democrática, sino fortaleciéndola. Hay una tendencia en nuestra sociedad de creer en soluciones mágicas a sus problemas.
El juicio político a la Dra. Diana Salazar es la mejor evidencia del enquistamiento del crimen organizado en la política. Ella ha sido llamada a juicio para debilitar su trabajo institucional. Buscan chantajearla. Quieren recordarle que, si ella logra salir airosa, es gracias a ellos, a los que votarán en contra de la censura, a pesar de que son los que permitieron que ese juicio avance o no la soportan y preferirían un títere de fiscal general. Ya que los narcos no pudieron eliminarla, los otros mafiosos ahora buscan debilitarla. Al puro estilo de la mafia siciliana. (O)