Una institución sembrada por gente que nada tiene que perder resulta ser una estructura afectada en sus raíces. Es decir, un miembro de una organización, quien percibe que perdió mucho o no existen vínculos o circunstancias que le aporten algo más, le dará igual permanecer o ser despedido. Además, hay quienes calculan que ganarán más al ser cesados. Aquellas circunstancias son un tema por considerar, para planificar la gestión a largo plazo.

También, aquello sirve para analizar el contexto individual, familiar y social. Así, por ejemplo, cuando un grupo delictivo mira que en el entorno “no tiene nada que perder”, es la semilla perfecta para la profundización de los problemas sociales. Una circunstancia peligrosa es la extrema pobreza; donde no hay la esperanza de días mejores. En la extrema pobreza las familias son un blanco fácil de ofrecimientos de recompensas por llevar a cabo tareas peligrosas; y aquello es viable porque ya divisan que nada peor les puede pasar.

La (im)potencia ciudadana

De ahí que es importante generar alternativas institucionales y sociales para que las personas otorguen sentido a su vida y tengan anhelos de días mejores. En épocas de crisis surgieron iniciativas que valen recordarse, ya que todos portamos algo con lo que podemos colaborar. Así, nacieron los bancos de comida, los servicios de donación de medicamentos, los bancos comunales y los bancos de tiempo libre; son muestras de que podemos resurgir en medio de la dificultad.

En los bancos de comida, las personas donan alimentos preparados o no. En los bancos de medicamentos, se entregan medicinas a las áreas de emergencia, áreas oncológicas y otras, en asocio con las unidades de trabajo social. Los bancos comunales financian sumas de dinero entre los vecinos de barrios, caseríos o zonas rurales. Los bancos de tiempo libre son espacios de trueque donde se intercambian horas de trabajo y permite apoyar a familias con el cuidado de personas, la limpieza de hogares, tareas de apoyo escolar, entre otras.

Mentir sin compasión

Todos los bancos funcionan con dos ingredientes importantes. El primero, la confianza y el segundo, la transparencia. La confianza es como la definen Keefer, Philip y Scartascini, Carlos (2022): “confianza es la creencia de que otros no actuarán de manera oportunista. No harán promesas que no pueden cumplir, no renegarán de las promesas que sí pueden cumplir ni transgredirán las normas para aprovecharse de otras personas que las respetan”. Mientras la transparencia exige rendir cuenta de cada grano, centavo o minuto invertido en cualquier actividad. Ambas, son elementos que fusionan sociedades y rebobinan esperanzas.

De ahí que las épocas de crisis requieren voluntariados transparentes, honestos y llenos de vitalidad para que los que nada tienen que perder encuentren que tenemos mucho por ganar si nos organizamos. Y los que pueden aportar crean que cada recurso será bien invertido, pues se les informará sobre cómo se recauda, cuánto se recauda y cómo se redistribuye cada recurso.

En nuestro país hay muchas voluntades a espera de ser motivadas, pero se requiere que las personas actúen honestamente. (O)