Los puntos de referencia para esta columna, unidos solo por una casi inconsciente intuición, son la película Don’t look up, una señora y sus gatos, el libro La expulsión de lo distinto, de Byung-Chul Han, y una frase del presidente Lasso.
Comienzo citando el primer párrafo del texto de Han: “Los tiempos en que existía el otro se han ido. El otro como misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor va desapareciendo”.
La hipercomunicación y la excesiva virtualidad nos han llevado hacia un lugar donde no hay espacio para la conversación. Las redes sociales son una cámara de eco de las que se elimina toda alteridad, todo lo extraño. La comunicación global solo consiente a más iguales y los algoritmos abonan esa construcción narcisista. La película Don’t Look Up, de Netflix, pone en pantalla una serie de temas que, bien o mal, podrían producir ciertas reflexiones, entre ellas, me quedo con esa idea de cómo se usa la información y a las personas en función de intereses particulares, sin considerar el impacto que estas acciones podría tener en otros, otros que desde esa mirada vuelven a ser ajenos.
¿Dónde entran los gatos y la vecina? Cuando la negación del otro escapa de lo virtual y se entromete en la vida real, donde no se puede hacer delete. Es algo simple, y trivial, pero escalable. Conozco el caso de una persona en un barrio que tiene gatos que pululan por las casas de los vecinos dejando sus necesidades y pestilencias. Ante los reclamos de la comunidad, la dueña de los felinos los increpó indignada por la falta de empatía, sin comprometerse de ninguna manera a encontrar un acuerdo. Conclusión: impotencia, indolencia y los otros vuelven a ser inexistentes.
Ahora que estamos viendo la negación del otro en lo cotidiano, quiero llevarlo al espacio de nosotros como sujetos políticos.
Ecuador se ha acostumbrado a vivir políticamente del día a día, donde los candidatos o autoridades prometen y los ciudadanos exigen, y así se va en un tira y afloja que se mueve por una tensión que prioriza lo inmediato y lo demostrable. Donde cada grupo apela a sus necesidades e intereses particulares, donde no se evidencia un proyecto país compartido que nos lleve verdaderamente a considerar a otros en un largo plazo.
Por eso me llamó la atención una frase que dijo Guillermo Lasso en el 2020: “Estamos en una crisis, necesitamos estar unidos para sacar adelante al Ecuador. Que nos va a costar a esta generación, claro que sí. Que nos va a costar a los que más tenemos, claro que sí. La salida no es simplemente patear el problema hacia adelante”.
¿Estaríamos dispuestos nosotros a ser esa generación que se sacrifique por el futuro del país y de nuestros hijos? ¿Seríamos nosotros esa generación que se abra y ceda para pensar verdaderamente en todos los otros? Suena más a otra película de DiCaprio. (O)