Hasta finales de los años ochenta, la dirigencia de los diferentes partidos políticos era ejercida por distinguidas personalidades, que habiendo transitado con el quehacer político durante toda la vida habían alcanzado las más altas dignidades en sus respectivas tiendas, ejerciendo potestad determinante respecto al ejercicio del poder, ya sea como gobernantes o como oposición política.
Naturalmente, casi todos ellos habían llegado a la tercera edad con una gran capacidad de mando, experiencia y sabiduría, conocimiento cabal de las responsabilidades que implica el ejercicio del poder por parte de los partidos políticos. Era este conocimiento cabal de que la mejor forma de accionar político eran las alianzas, que los llevaban a celebrar los más variados pactos cuyos resultados en muchos casos asombraron al país.
A estas alianzas temporales o permanentes de los partidos políticos, con fines específicos o generales de distribución de cuotas de poder en la mayoría de casos, se las conoció como “componendas”, y a los dirigentes políticos se los denominó los “patriarcas de la componenda”. Su medioambiente era el Parlamento.
Lo curioso de estas componendas es que en oportunidades se mezclaba el agua conservadora con el aceite socialista o comunista y daban como resultado la censura de un ministro o la expedición de normas jurídicas de enorme importancia para el Gobierno o para la oposición. No se requería que el convenio o componenda constara en documento alguno; bastaba el simple compromiso verbal de los “patriarcas” para la existencia del pacto y la contribución de todas las tiendas políticas involucradas en su ejecución. Era una ley no escrita para los patriarcas y sus correligionarios.
Es la ley suprema del Estado, que los obliga (...) a darnos (...) paz, seguridad y confianza en la justicia.
Ha pasado el tiempo y, a partir del fallecimiento de los “patriarcas de la componenda”, se ha conocido que los pactos entre partidos muchas veces se han instrumentado mediante convenios, con reconocimiento de firma de legisladores de los partidos involucrados ante notario público, lo que nos evidencia la poca o ninguna confianza en su palabra.
Estamos próximos a la iniciación de las sesiones de la Asamblea Nacional. El Ejecutivo requerirá gobernabilidad para sus 18 meses de administración. Le serán necesarios pactos políticos con varias tiendas, para lo cual los celebrantes de cualquiera de ellos no deben olvidar que el principal pacto político, el más importante, el más completo instrumentado mediante consenso nacional, es la Constitución Política del Estado.
Los ecuatorianos todos, los dedicados al quehacer político y los simples ciudadanos, hemos convenido en un pacto en la más pura y limpia componenda nacional mediante el ejercicio del sufragio. Ahí están nuestros derechos y nuestras obligaciones, y los dirigentes políticos, especialmente los legisladores por la responsabilidad a ellos confiada, son los encargados de su cumplimiento mediante la expedición y aplicación de las leyes imprescindibles, con pactos o sin ellos. Es la ley suprema del Estado, que los obliga a todos a darnos, a cambio de nuestros votos, paz, seguridad y confianza en la justicia. (O)