Me preocupa profundamente ver cómo mi patria cae en el abismo de la polarización radical, donde los ecuatorianos pierden su sentido nación y se vuelcan a ataques perversos.

Los retos que confrontamos son de gran complejidad y riesgo, pues provienen de problemas estructurales y coyunturales, tanto a nivel nacional como internacional.

La sana lógica es que deberíamos unirnos, fomentar los acuerdos nacionales y usar toda nuestra fuerza para superar las amenazas y encaminar al país hacia un futuro más seguro y próspero. El fin sería que todos vivamos en un país más equitativo y menos violento, donde el desarrollo y la seguridad vayan de la mano.

Carta de una Ph. D. al presidente Noboa

Hoy nos enfrentamos a los efectos del cambio climático, sobre el cual muchos hablan y pocos entienden. No he visto que en la discusión sobre los apagones se mencione que es producto de la sequía por el cambio de patrones del clima a nivel mundial. Toda la discusión se reduce a inculpaciones. No se mira el problema en su integridad, sino en las parcialidades propias de la miopía nacionalista que termina en las fronteras, y no reconoce que es un fenómeno transnacional.

La inseguridad es el mayor de los problemas de los ecuatorianos y es provocado por el narcotráfico. En la desesperación de ver la violencia en nuestros campos y ciudades, no recapacitamos que son nuestros vecinos, Colombia y Perú, los productores de dos mil toneladas de cocaína al año, que la compran nuestros mejores amigos, los estadounidenses y europeos. Sin que se controle la demanda no habrá paz en el Ecuador y tendremos estas mafias perversas incrustadas en todos los segmentos del quehacer nacional. Mal vamos en una guerra que es un problema internacional si solo lo vemos desde nuestra parcela de terreno.

De coyuntura en coyuntura

Encerrados en nuestras propias contradicciones, navegamos en un escenario de mares enfurecidos con el desparpajo de quien cree que no haciendo caso el problema pasará.

El Ecuador corre el peligro de ser un paria de la comunidad internacional al ser “condenado enérgicamente” por la incursión armada en una embajada extranjera, pero no solo por la OEA, sino por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Los adversarios del Ecuador en este tema, que son más de cien países, están en una campaña de desprestigio que reúne más adeptos, mientras el Estado ecuatoriano debe armar una estrategia diplomático-política y comunicacional para reducir las consecuencias que podrán afectarnos. Quizás deberíamos empezar reconociendo que en temas de principios del derecho internacional no caben las ambigüedades y que cometimos un error.

En cuanto al requerimiento de medidas provisionales presentado por México ante la Corte Internacional de Justicia, se ha señalado que habrá audiencias públicas el 30 de abril y el 1 de mayo en La Haya. Espero que el Ecuador se encuentre preparando sus argumentos estructurados en derecho para esas audiencias.

Frente a estas y otras situaciones de crisis y conflicto, de profundas consecuencias para los ecuatorianos y su futuro, se necesitan las visiones de estadistas de todo el liderazgo político, económico y social. (O)