El impacto del fenómeno de El Niño que se anuncia para el último trimestre de este año pone otra prueba de fuego para la institucionalidad. Este es un problema de todos, que si aquí hubiese racionalidad y sensatez, debiera haber unidad de los diversos sectores, sin distingo.
Qué bien se vería la firma de un acuerdo de todos los candidatos presidenciales por lo menos en este tema, pero resulta difícil dadas las condiciones y ambiciones que exhiben y porque, además, quien llegue al poder va a necesitar la contribución de todos y deberá trabajar en la misma dirección.
El Niño aún no llega oficialmente a Ecuador, pero ya pasa factura a varios sectores productivos
Ya no se discute entre técnicos y científicos la llegada de El Niño, sino si será leve, moderado o fuerte. Se proyecta el grado de impacto y la forma como debe afrontarse con anticipación, preparación, prevención, respuesta oportuna, cuyas bases construye, prepara y organiza con responsabilidad el gobierno saliente. Emitió el decreto 784 y puso en marcha el plan de acción. Posteriormente, la fase de reconstrucción que seguramente le corresponderá a la nueva administración.
Esto obliga a todas las instituciones, públicas y privadas, nacionales y gobiernos seccionales, civiles y militares, a prepararse y priorizar las acciones de prevención, preparación para la respuesta oportuna y luego la recuperación de lo que deje este impacto, aunque hay nudos críticos. Los estudios estiman que al menos 143 de los 221 municipios serían afectados, pero no todos hacen gestión de riesgos a plenitud.
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Penosamente, siendo realistas y por los hechos que se evidencian, los Gobiernos autónomos descentralizados, en su mayoría y de manera especial en la costa, viven otra realidad y debieran despertar ya. La primera demanda que formulan son más recursos, sin reparar que el mayor problema es de mala gestión administrativa y porque además cuentan con fondos no utilizados en el Banco Central.
Cómo es posible que hayan sido tan ineficientes para solucionar por décadas problemas locales como la falta de alcantarillado, pésimos servicios básicos y sanitarios, mala gestión en la recolección de la basura, deficiencia en la dotación del agua potable y mantenimiento de sus vías. A pesar de contar con fuentes de recursos hídricos y los tendidos de tubería, hasta hoy no existe un servicio permanente del líquido vital. Qué decir cuando se repita el impacto, que ojalá no sea fuerte si se compara con lo ocurrido entre 1982 y 1983 y 1997 y 1998, pero eso no puede garantizarse por la fuerza de la naturaleza.
Los municipios de Esmeraldas constituyen un ejemplo del desastre político, que pese a haber contado con recursos se quejan de eso, pero no responden por las pésimas gestiones administrativas y las soluciones que debieron dar.
La información oportuna y permanente será fundamental, de manera especial el interés que deben demostrar los ciudadanos y comunidades, porque existe una responsabilidad compartida, pero lamentablemente no leen ni se interesan, sino que se enteran a través de la enorme distorsión que hoy circula por las redes sociales, la mayoría basura y desinformación. Tienen que dejar de ser reactivos sino proactivos, para luego no lamentarse y solo buscar culpables de los hechos. (O)