Desde el exterior, Ecuador ha pasado a ser una versión amorfa de Sodoma y Gomorra. Hasta hace unos años, la realidad se veía tan distinta. Yo recuerdo a un país muy seguro, la verdad. En esa nación tan lejana recuerdo lo escandaloso que era que hubiese un asesinato… y luego recuerdo lo escandaloso que era que drogaran a alguien con burundanga para robarle… y luego recuerdo lo escandaloso que era que hubiese un secuestro exprés… La verdad es que aunque se sienta como que la delincuencia se desató hace poco, esto lleva años gestándose.

La ruta del dinero

Para mí, el primer momento en el que vi que habíamos pasado el punto de no retorno fue con todo lo que transcurrió culminando en el secuestro y posterior asesinato de los periodistas de El Comercio. De esos momentos de terror ya han pasado 6 años. Pero para que eso llegase a suceder, el crimen organizado ya tenía que haber cooptado muchísimo terreno y de forma silenciosa. Metástasis, en efecto.

Afrontar una crisis de seguridad como la que vive el Ecuador no es una cuestión solo del uso de la fuerza, sino también del fortalecimiento de las instituciones. Nuestro país no tiene instituciones sólidas. Tenemos muchas manzanas podridas en todos los estamentos del Estado y, aunque sea redundante, una sola manzana podrida pudre al resto. Por más que hoy parezca innecesario, por más que suene hasta desubicado, si el Ecuador no cambia la Constitución de Montecristi no va a salir de este problema.

El desborde de violencia

Noboa va con todo

La Constitución de Correa, la de Montecristi, la de los 300 años, es un traje a la medida para la corrupción de las instituciones y los poderes del Estado. Ese texto crea un monstruo de cinco cabezas, cuatro de las cuales son decorativas, pues el poder se concentra en una sola: Transparencia y Control Social. Esa función que alberga al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social -vaya ironía que la participación ciudadana sea un poder estatal- designa a fiscal general, Contralor, Consejo de la Judicatura, entre otros. Es decir, designa a quien controla las investigaciones penales y administrativas y a quien decide qué jueces tendrá la república. Contra eso peleamos los ecuatorianos, un Estado que es juez y parte.

La creación, alimentación y desarrollo de ese monstruo que tenemos como Estado fue hecho en el gobierno de Correa. En 11 años de presidencia, con periodos de aprobación altísimos, con un ordenamiento jurídico a la medida, con una prensa autocensurada, el correísmo hizo del Estado un Cerbero a su servicio -y nuevamente, con cinco cabezas. ¿Había paz en la época de Correa? Claro que había paz, la paz que te dan el silencio y la complicidad. Ese tremendo montaje no lo pudo desmontar un líder enclenque como Lenín Moreno, mucho menos un presidente precoz como Lasso y ni un prematuro como el primer mandatario actual. Para desarmar ese monstruo necesitamos deshacer su origen: la Constitución de Montecristi. Cambiar la Carta Magna del Ecuador debe ser una misión del país, que trascienda a cualquier gobierno de bien. Es una meta que tiene que inyectarse en el subconsciente cultural, por más antisexy que sea la idea.

Hoy, la pelea contra el crimen organizado es con el uso de la fuerza. Mañana también tiene que ser con la fuerza de las instituciones. (O)