El lector conoce el tango de Enrique Santos Discépolo, escrito el año 1934, del que transcribo segmentos: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también // Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldá insolente, ya no hay quien lo niegue // Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador// ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! // ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón! (...). Siglo veinte, cambalache, problemático y febril”. En el siglo XXI estamos peor.

La versión que el periodista Jon Lee Anderson (que el 2013 recibió el premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia) escribe del perfil de Daniel Noboa, para la revista The New Yorker, está en su estilo, incisivo y provocador, induciendo expresiones y juicios de valor, metodología que él define como “conversación sí, interrogatorio no”. Edita lo que cree más le interesa al lector, en relato de lo compartido en diversos escenarios y tiempos. Personalmente, no coincido con mucho de lo que está escrito en el perfil, sea inducido o no.

La libreta de Jon Lee

Moscas en la boca

Lo resuelto por la Asamblea Nacional que su presidente envíe comunicaciones individuales a los presidentes de El Salvador, Colombia, Chile y Argentina, expresando disculpas públicas por haber sido ofendidos por Noboa es un absurdo. Aspiro a que Henry Kronfle no haga esa ridiculez, porque si Nayib Bukele (presidente de El Salvador) o Javier Milei (presidente de Argentina), imparables para calificativos de ofensas, reciben las disculpas de la Asamblea Nacional del Ecuador, podrían sufrir incontenibles ataques de risa.

Sobre el asesinato de Fernando Villavicencio, la Comisión Ocasional de la Asamblea para informar de la investigación del crimen, rechaza el proyecto propuesta por su presidenta, que incluía como indicios, para lo que motivaba la existencia de la Comisión, las investigaciones y denuncias de Villavicencio, que en buena parte se están confirmando a medida que avanza la Fiscalía en los casos Metástasis, Purga y Plaga, en cuanto a vinculación de mafias, delincuencia organizada y actores políticos, con el fin de aprobar –como lo hicieron– “por unanimidad” de los otros seis miembros, una versión de informe que se limita a considerar que solo hubo falta de seguridad. ¿Por qué se quiere banalizar ese asesinato?

La Comisión de Fiscalización le da tribuna a Wilman Terán, el ejecutor de procesos de corrupción en el sistema judicial del Ecuador, para que haga aparecer unos chats nunca mencionados antes de ahora, con lo que intentan deslegitimar a la fiscal general, Diana Salazar. Viendo quienes apadrinan a Terán, no se requiere más explicación.

El comportamiento censurable de la oposición en la Asamblea Nacional no sanea errores y omisiones del Ejecutivo y deficiencias de calidad en prestaciones. Las compensaciones ofrecidas por fallas de sistemas y las medidas económicas del plan del FMI se quedan cortas ante pérdidas y costos que causan y la severa afectación a la calidad de vida. Eso irrita a quienes no olvidan la corrupción de años y los gastos dispendiosos. (O)