Los últimos días del año son propicios para reuniones de amigos y miembros de organizaciones sociales sin fines de lucro, momentos para compartir nobles sentimientos e inquietudes de interés nacional, en los que no faltan los comentarios políticos. Así fue lo acontecido en el último encuentro, con récord de asistencia, de la confraternidad de bachilleres 1962 Fernando Grunauer, del histórico colegio Vicente Rocafuerte, en el que abundaron bromas y recuerdos de severos profesores, protagonistas de anécdotas inolvidables. Se trata de un grupo de exitosos profesionales de todas las disciplinas, hay médicos, juristas, ingenieros, arquitectos, profesores, que distendidamente expresaron conceptos y críticas constructivas a la labor del régimen, que los líderes del grupo, ingenieros Kléber Terán Mite como presidente y Rubén Coronel Jordán, coordinador, sabrán canalizar adecuadamente. Celebramos el hecho de que todos los integrantes de la cofradía han manifestado su conformidad con los pensamientos agrícolas que animan esta columna, que hoy se deriva hacia un simbólico árbol, parte de la cultura occidental.

Uno, su más caracterizado miembro, el arquitecto José López Banda, cultor de las artes pictóricas, de gran talento expuesto en obras galardonadas, con su fino ingenio hizo notar que se había cometido un lamentable desatino, por decirlo en forma amable, que ha pasado inadvertido a la mayoría de los ciudadanos de la culta ciudad de Guayaquil y de sus dirigentes municipales, al empañarse el apoteósico encendido del árbol navideño ubicado en un lugar preferente y de gran visibilidad en el pintoresco malecón, que sobresale por su gran altura, adornado de miles de luces multicolores que hizo vibrar de emoción a los asistentes, para luego enterarse de que el portentoso árbol que se yergue orgulloso en la ribera occidental del “manso Guayas” carecía del emblema de la cristiandad, la infaltable estrella de Belén, reemplazada por el logotipo publicitario de una entidad bancaria.

De esa fulgurante estrella emana un significado aceptado por la mayoría de los cristianos ecuatorianos, común en muchos países del mundo, porque evoca un episodio bíblico como señal para conducir a los tres reyes de Oriente al sitio donde había nacido Jesús, al que buscaban para adorarlo como Rey; es, además, un indicativo del bienestar de nuestra sociedad en la búsqueda de justicia y guía hacia un futuro mejor y de prosperidad que los porteños han observado con respeto y veneración, siendo también un astro que, conjuntamente con la luna y el sol (la más cercana estrella), guiaban las actividades agrícolas de nuestros ancestros, aun conservada por culturas indígenas y la aún vigente costumbre de muchos agricultores que predicen con su observación cuál será el comportamiento de las estaciones del año, aconsejando las fechas de siembra, épocas de cosechas y presagian la aparición de plagas, lo cual ha dado origen a los populares calendarios lunares como orientación de las tareas agrícolas. Aspiramos a que los responsables enderecen el entuerto, todavía hay tiempo, y sustituyan la promoción bancaria por la inmarcesible estrella de Belén, como corresponde. (O)