Cuando uno lee los éxitos del equipo de fútbol Independiente es fácil visualizar que detrás de los mismos existe liderazgo, visión de largo plazo. Cuando uno ve la expansión de los locales de Supermaxi y de Mi Comisariato, verdaderos gigantes en su negocio, es fácil concluir que hay de por medio liderazgo y visión de largo plazo. Su planificación estratégica debe ser muy buena, sus análisis de mercado ha de ser excelente. Hay también liderazgos sostenidos en el tiempo en el campo de la solidaridad: los de la Junta de Beneficencia de Guayaquil y Solca. Frente al hotel Hilton Colón en Guayaquil hay un monumento a Luis Orrantia González, quien fuera líder empresarial valiente hasta el cansancio. En Quito es fácil visualizar el liderazgo de la Universidad San Francisco. El liderazgo no es un accidente.

Según el diccionario de la lengua española es: “Situación de superioridad en que se halla una institución u organización, un producto o un sector económico, dentro de su ámbito”. Esa superioridad solo es posible, entre otros, a través del trabajo calificado y constante, de una buena organización del tiempo, de una férrea decisión de progresar. Los liderazgos hay que reconocerlos, admirarlos y replicarlos en lo que sea posible. Los esbirros y envidiosos nunca son líderes verdaderos.

Ecuador exige liderazgos, gremios que alcen sobriamente su voz en defensa de sus afiliados, no para hacer política barata con perspectivas electorales, sino para defender posiciones institucionales justas. El actual Gobierno tiene expresiones importantes de liderazgo. No es un accidente la popularidad del presidente Noboa. Pero eso no significa que algunas de sus políticas no sean susceptibles de crítica.

Criticar decentemente es una forma de ayudar al Gobierno. Por ejemplo, creo que urge focalizar subsidios en algunos campos y reducir el gasto público hasta donde sea racional. En el campo de la justicia el liderazgo es más que urgente. El actual Consejo de la Judicatura tiene la oportunidad de marcar la diferencia. Su actual presidente es un luchador. El país está cansado de concursos de vergüenza. No lidio con la justicia penal, pero la fiscal general es un referente. No porque todas sus actuaciones judiciales sean infalibles. Ello es inexigible, sino porque los casos que lidera son producto de un notable esfuerzo, del tesón, de muchas horas de trabajo y de una férrea decisión. El gran balance de su trabajo es positivo. ¿Se puede decir lo mismo de algunos líderes gremiales, exquisitos en los cocteles, pero dóciles y pusilánimes en su actuación? No es el caso del presidente del Colegio de Abogados del Guayas, al cual hemos visto combatir al Consejo de la Judicatura por su desempeño, no a sus integrantes. El tiempo pasa la factura a quienes defraudan a sus agremiados.

La sociedad necesita de la valía de los buenos liderazgos. De esa “superioridad” que surge de la decisión de sobresalir, de marcar la diferencia. Lo trascendente es el cambio positivo y efectivo en nuestras conductas. Hay que avanzar hacia el progreso sin hacer leña del árbol caído. Debemos construir liderazgos. Me resisto a aceptar su agonía. (O)