En una de las películas de la saga Spiderman, el tío Ben mientras aconsejaba a Peter Parker pronunció una frase maravillosa, digna de inspirar muchos sermones: “A mayor poder, mayor responsabilidad”. Claro que sabemos
que no es de su autoría, pues tiene múltiples referencias históricas; incluso en el texto bíblico se señala con claridad que, a aquel a quien mucho se le haya otorgado, mucho se le exigirá. No por ello deja de resultar fascinante relacionarla con la figura de un superhéroe, que va trepando techos y paredes, para rescatar a personas que no conoce, de las garras de algún villano que aparece sin avisar.
Esta bien podría ser la imagen aterrizada a la realidad de nuestros líderes políticos. Si los encargados de conducir a los países tuvieran esta frase en un cuadrito detrás de sus elegantes escritorios, otro gallo cantaría en este mundo. Si así pensaran y se dedicaran a salvar al pueblo de los villanos de nuestros días. Villanos unos, de carne y hueso, armados hasta los dientes, y otros intangibles, como el hambre, el desempleo y la falta de educación.
Lo que nos pasa, en cambio, es que siendo los seres humanos por naturaleza efímeros, creemos que al recibir algo de poder, este será eterno. Qué paradoja más increíble: un pobre ser, nacido del barro, creyendo que lo que ostenta durará para siempre.
Elección en modo Uber o Airbnb
A lo largo de la historia del mundo y de la humanidad sobran ejemplos de quienes han perdido la noción de sus capacidades reales, bien porque se dejan llevar por susurros de alabanza, o, tal vez, porque nunca lograron comprender la carga que el poder representa sobre sus vidas.
Cito el caso de Javier Milei, mandatario de Argentina, para ejemplificar lo que estoy diciendo. Un presidente latinoamericano con poco tiempo en el cargo, que trajo esperanza a su pueblo, con medidas aparentemente duras pero necesarias, quien ahora, con un solo mensaje de redes sociales, ha pasado de héroe a villano, en menos de una semana.
De la banalidad a lo importante
¿Me pregunto si antes de su criticada promoción de inversiones privadas reparó en el peso que tienen sus palabras o en el altísimo impacto de sus actuaciones? ¿Será que pensó en el bien que puede hacer, solamente siendo prudente al ejercer su mandato? Si existió algo más que imprudencia o no, le corresponderá a la justicia dilucidarlo, pero desde el punto de vista de la responsabilidad del cargo, no queda duda de que le faltaron (o tal vez le sobraron) algunos minutos de reflexión.
Este es el caso también de todos aquellos que por su posición de poder en cualquier ámbito tienen por un lado un privilegio, pero por otro, una carga: la de tomar decisiones con sabiduría.
En nuestro país nos encantaría ver también a los que tienen sobre los hombros esa carga, asumirla con la seriedad y responsabilidad que las circunstancias requieren.
De cara a la segunda vuelta electoral, hacemos votos porque presenciemos un debate de altura, con propuestas serias, que demuestren que ambos candidatos son conscientes de la gran responsabilidad que demanda el cargo al que aspiran. (O)