Menos de un mes resta para las elecciones generales. La lectura es que se mantiene la polarización entre el presidente Daniel Noboa y la RC5, pero aún existe un voto indeciso que los 16 candidatos se empeñan en captar. Hay una verdadera competencia en la multiplicidad de imaginativos pódcast que circulan por redes sociales.
Que el mandatario/candidato no haya encargado al poder a la vicepresidente Verónica Abad ha alineado la crítica no solo de sus contendores, sino de sectores de opinión pública. Sin embargo, desde el primer día del régimen se sabía que eso jamás ocurriría. En señal de ruptura total fue enviada de embajadora a Medio Oriente. Por razones de estrategia política era inviable que Abad estuviera sentada en la silla presidencial en la campaña electoral, dedicada a sabotear tanto la autoridad como la propia gestión gubernamental, en acuerdo con sus mayores enemigos de la RC5.
Ante la expatriación de la que fue objeto no paró en su ánimo de confrontar y en más de una ocasión hizo declaraciones que la hicieron aparecer como fuera de sus cabales. Un paso en falso que autodestruyó su credibilidad.
Por lo demás es paradójico, pero en la Constitución de Montecristi la aplanadora correísta se encargó de eliminar el encargo obligatorio de la Presidencia, en caso de optarse por la reelección, que sí constaba en la Carta Política de 1998. Y cuando se reformó el Código de la Democracia en 2020 incluyendo tal prescripción, no se agregó la sanción correspondiente, dejando un vacío legal.
En acto de proselitismo, el presidente Noboa acudió a la sede de TC Televisión en Guayaquil para conmemorar el primer año de la declaratoria de “guerra interna”. Una señal en procura de reivindicar el logro de militarizar las zonas más golpeadas por las bandas narcoterroristas. Asimismo, acreditar un cierto logro en el control de las cárceles y otros espacios conflictivos. Aunque el caso de “los cuatro de Las Malvinas”, una crisis mal manejada desde el inicio, dejó al descubierto la falta de cumplimiento de rigurosos protocolos de seguridad con los detenidos, más aún si son menores de edad. Un tema complejo considerando el fenómeno de proliferación del sicariato adolescente, tal como ha sucedido en México y Colombia.
En este contexto, escuchar a la candidata de la RC5, Luisa González, decir que volverán a hacer del Ecuador el país más seguro de la región es como escuchar el aullido del lobo simulando ser Caperucita Roja. A cuenta de haber cambiado el verde flex por el blanco o azul cerúleo, es imposible olvidar las denuncias de supuesto vínculo del correísmo con las FARC, con bandas delictivas que en el marco de un “plan de paz” fueron acogidas en su organización, del retiro de la base norteamericana de Manta, etc., acontecimientos disruptivos que fueron convirtiendo al Ecuador en rehén de la narcopolítica.
Como guinda del pastel, la declaración del excanciller Ricardo Patiño respecto a que si la RC 5 gana, lo primero que haría es traer de vuelta al expresidente Rafael Correa y liberar al exvicepresidente Jorge Glas, un aviso inequívoco de que la impunidad es el hilo conductor del afán de volver al poder. (O)