Llevo 25 años publicando libros y artículos. Residí en Lima cinco años, veinte en Barcelona y desde hace dos en Quito, donde también viví en mi infancia. Una razón de mi regreso fue la invitación de la Universidad Andina Simón Bolívar para participar en una nueva maestría internacional en literatura latinoamericana y escritura creativa. La acabamos de lanzar, a pesar de la pandemia. También ha sido decisivo para mí este espacio editorial al que fui invitado el 2008 y donde he publicado más de 300 artículos. Es básico para un escritor ser leído por sus connacionales, como que su trabajo se proyecte con ediciones y traducciones extranjeras. Esta ha sido la dinámica de la literatura latinoamericana desde Juan Montalvo a aquel centroamericano que recorrió medio mundo a fines del XIX, el poeta nicaragüense Rubén Darío, hasta muchos escritores actuales que continúan en una deriva entre países, o dentro de ellos, sacudiendo estáticas nociones de frontera y nación.
Doy este rodeo para señalar la necesidad de insistir en una mirada a la literatura latinoamericana en su diversidad, sin ningún chovinismo. Parecía que luego de la muerte del gran crítico Ángel Rama en el accidente aéreo de Barajas de 1983 –junto con otra gran crítica como Marta Traba– los estudios panorámicos de literatura y arte latinoamericanos hubieran decaído. Con cierta ironía, atravesada del espíritu que habla de la muerte de la novela, se dijo que la literatura latinoamericana se había acabado, y era mejor limitarse a la realidad de cada país. Las editoriales argentinas, mexicanas o chilenas se volcaron a sus mercados locales, dejando atrás la difusión de autores de otros países, y España ya no puede asumir la producción literaria de una veintena de países hispanohablantes. Son altos y bajos históricos previsibles. Gracias precisamente a mi experiencia con el alumnado de la Universidad Andina, he percibido la vitalidad de los nexos en esta área. Lo que ahora mismo pasa culturalmente entre el sur de Colombia y el norte de Ecuador dará de qué hablar en los próximos años. Hacia el sur, el trabajo comparatístico que realiza Marcela Croce, de la Universidad de Buenos Aires, con su Historia comparada de las literaturas argentina y brasileña, en seis tomos, muestra que el diálogo con Brasil está creciendo. El reciente y monumental Discípulos y maestros 2.0. Narrativa hispanoamericana hoy, de Wilfrido Corral, el crítico ecuatoriano de mayor proyección internacional, hace visible un campo riquísimo que exige conocer los escenarios de lo traducido o escrito en inglés por latinoamericanos, así como la polémica mediación de las academias norteamericana, española, francesa, alemana, incluso asiática, y el papel del ámbito editorial español y el pujante latinoamericano. Bogotá demuestra ser el nuevo centro editorial. Perú –ver el trabajo admirable de la editorial arequipeña Cascahuesos– y Ecuador publican a poetas y narradores de otros países. Esto evidencia cambios notables en la literatura latinoamericana. Hay nuevos horizontes, donde metodologías comparadas revelan la imaginación y la creatividad que esta parte del mundo ofrece hoy en día. (O)