Se decía que esta frase pronunciada por Goethe en su agonía era un grito angustioso que pedía más luz, porque entraba en algún sitio oscuro o porque la necesitaba en los instantes finales de su vida. Con el tiempo, la memoria recupera pensamientos y en estos días previos a la Navidad el mundo se llena de luces por las noches y en los hogares, especialmente en los más humildes, las madres, las familias prenden luces en los nacimientos y los arbolitos de la fiesta.

Parece que el mundo entero celebra la fiesta de la luz y nos hace reflexionar sobre el misterio. Ciertamente hay explicaciones científicas sobre la luz, sobre cómo se forma, de dónde proviene. A veces podemos contemplar el cielo estrellado, cuando nos alejamos de las ciudades, y el espectáculo sobrecoge: parecería que todas esas radiantes estrellas se van a precipitar sobre nosotros. Esta angustia la debió sentir Van Gogh cuando pintó su Noche estrellada, ese cuadro que parece devorarnos. La luz es el elemento esencial de la pintura. Nadie como los pintores impresionistas han expresado el juego de la luz. Para mí, que soy ignorante, es un misterio, sin explicación. Es como una inmanencia de la cual sobrepercibimos su trascendencia. Dicen los astrónomos que el sol y su sistema son estrellas mediocres que algún día van a desaparecer, después de millones de años. Tal vez nunca el hombre llegará a conocer su núcleo. Pero ha inventado cómo generar luz y cómo beneficiarse de la energía solar.

La luz está presente en las Sagradas Escrituras: Dios hizo la luz, fue el acto de creación que permitió separar las tinieblas, ver y distinguir. Jesucristo se transfiguró en el monte Tabor en un ser cuyas vestiduras brillaban con una luz blanca nunca vista. Cuando resucitó, fue liberado por unos seres de luz. Dicen quienes no completaron su viaje al más allá que percibieron un mundo de luz blanca brillante pero no ofensiva, de una gran placidez y de paz sin medida.

¿No cabe acaso interpretar que Goethe veía la luz y mientras dejaba el mundo veía más luz, más luz, hasta entrar en la plenitud sin el estorbo de la vida mortal?

Estamos a pocos días de la celebración del misterio de la venida de Jesús. Los cristianos nos reunimos en familia los domingos de Adviento. Es una oportunidad de vernos y rezar juntos. Hay que orar al Señor que la luz de la razón crítica se apodere de nosotros, de nuestros líderes políticos. La razón duda para encontrar la verdad. Puede entender el fanatismo y la soberbia de algunos, pero trabaja para que seamos razonables, que comprendamos al otro. Que vivamos en paz.

A pesar de todo, considero que hemos progresado: vivimos más que hace 50 años, tenemos más servicios públicos y médicos, muchos de ellos gratuitos y a destiempo, pero los tenemos. También sobran delincuentes y deshonestos, pero es casi natural porque somos cinco veces más que los que contó el primer censo de Galo Plaza, en 1950.

Celebremos la venida del Señor de la Luz, sobriamente, con mucho amor y poco licor. Compartamos el pan.

(O)