El Diccionario de la Lengua Española define la palabra procrastinar como diferir, aplazar.

En Google encontré el siguiente significado: posponer o aplazar tareas, deberes y responsabilidades por otras actividades que nos resultan más gratificantes, pero que son irrelevantes.

Y se añade: Es una forma de evadir, usando otras actividades como refugio para no enfrentar una responsabilidad, una acción o una decisión que debemos tomar.

Como me parece que es el significado que socialmente se le atribuye al uso de tal término, lo doy por acertado y utilizo para este artículo.

Lo que no se puede negar es que en ciertos grupos sociales se escucha, de vez en cuando, como un epíteto que hasta suena ofensivo si no estamos advertidos: Eres procrastinador o procrastinadora, según corresponda.

Las personas que no están alertadas sobre el tema suelen extrañarse al escuchar cualquiera de esos términos y piden explicación.

Eso permite ir al fondo del asunto: el análisis y juzgamiento de una conducta humana que a algunas personas les puede parecer pertinente y a otras no.

Hay quienes son parsimoniosos, reflexivos, analizadores hasta de los detalles, observan y sopesan los aspectos favorables y desfavorables, convenientes e inconvenientes, oportunos o inoportunos de las acciones u omisiones que les plantea la vida.

Pienso que no solamente los temperamentos, sus variaciones y matices, sino también las experiencias de vida, individuales y ajenas, influyen al momento de tomar decisiones personales.

Planteamientos como ¿Qué será mejor y de qué manera averiguarlo? ¿Es este el momento adecuado o el resultado será más favorable después? ¿Y si cambian las condiciones y mejoramos nuestra posición? ¿Deberíamos considerar la posibilidad de pedir otro asesoramiento u opinión de personas más ilustradas en el tema?

¿Y si nos equivocamos podremos retractarnos o ya no habrá otra oportunidad? ¿Cómo podrían afectarse otras personas? ¿Debemos consultar su parecer, con lo que se puede echar a perder lo que a nosotros nos favorece?

¿Qué hacer? ¿Cómo vencer los miedos y las dudas que frenan?

Y los indecisos, como no lo saben, se paralizan, posponen indefinidamente, detienen la dinámica de la vida, las oportunidades pasan y no regresan, con lo que quedan tristes recuerdos, culpas imputadas y no compartidas, etcétera.

¿Cuál es el límite que separa la duda razonable y la procrastinación?

¿Cómo ayudar a quienes tienden a ser o son procrastinadores?

¿Podría sugerirles alguna estrategia para que se decidan a cambiar y no mantengan cuestiones pendientes, cuyo incierto final afecta a ellos y a otras personas?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)