Ayer llegó mi hermano de Chile, ayer también se fue de Chile Nicanor Parra. De Chile y del mundo.
Es extraña la sensación esa, cuando uno se entera de que ha muerto alguien que uno respeta o quiere, pero no conoce.
Lo vi un par de veces, de lejos en una estación de trenes y en un recital de poesía. Llegaba yo, el evento había comenzado, y mientras entraba escuché a este señor flaco, canoso, con la cara arrugada, sentado en un escenario con solo una silla y una mesita que gritaba: “- Y ahora con ustedes/ Nuestro Señor Jesucristo en persona/ que después de 1977 años de silencio/ ha accedido gentilmente/ a venir a nuestro programa gigante de Semana Santa/ para hacer las delicias de grandes y chicos/ con sus ocurrencias sabias y oportunas”. De ahí en adelante todo fue un espectáculo de antipoesía, versos provocadores, punzantes, con ironía, sarcasmo y una crítica rotunda a la vida y a la misma poesía. “Durante medio siglo/ la poesía fue/ el paraíso del tonto solemne./ Hasta que vine yo/ y me instalé con mi montaña rusa./ Suban, si les parece./ Claro que yo no respondo si bajan/ echando sangre por boca y narices”.
Yo, que iba sin conocer mucho de su obra, o casi nada, más bien por sus parientes, Violeta y Ángel Parra, ese día cambié mi relación con la poesía. Creo que ese día empecé mi relación con la poesía, una relación que escapaba a las formalidades de las métricas y rimas que me hacían leer en el colegio, y que no tenían para mí ningún encanto.
Desde la antipoesía de Parra me fui moviendo a otros poetas chilenos, Vicente Huidobro, Gonzalo Rojas, la amargura de Armando Uribe, Lihn, Anguita y me enteré de que antes se peleaban a puñetes los defensores de Neruda contra los de Pablo de Rokha, ese nuevo mundo me resultó revelador y fascinante, por ahí traté de escribir algunas cosas, pero resulté mucho mejor lector que escritor.
Con el tiempo empecé a incluir los textos de Parra en mis clases de la universidad, y resultó que a los jóvenes les gustaba, y como a mí me había pasado, esta nueva poesía abría camino para otros autores.
“Jóvenes,/ escriban lo que quieran/ en el estilo que les parezca mejor./ Ha pasado demasiada sangre bajo los puentes/ para seguir creyendo –creo yo–/ que solo se puede seguir un camino: en poesía se permite todo”.
Cristián Warnken, comunicador del país del sur, escribió con respecto a la partida de este escritor: Cuidado con convertirlo en estatua. Hay que puro releerlo, si hay una poesía con muchas dimensiones es la de Parra. Y en Chile somos expertos en hablar mucho de la vida de los poetas (“farándula de altura”, decía Raúl Ruiz) y no leerlos. Esa es una forma de relegarlos al peor de los olvidos.
Parra falleció a los 103 años, ya poco más se podía esperar.
Hoy, con mi hermano menor recién llegado, nos pondremos al día, descorcharemos un vino y leeremos algo de Nicanor, tal vez como esperando esa estocada final de antipoesía. (O)