Hoy es el Día de los Inocentes, curiosa celebración que tiene un origen trágico, la conmemoración de la matanza de los niños menores de 2 años dictada por Herodes al enterarse de que había nacido el Mesías.
Luego, la tradición pagana la convirtió en el Día de los Santos Inocentes, en el que se juegan distintos tipos de bromas a los ingenuos.
En algunos países, tradicionalmente los diarios se titulan hoy con graciosas noticias falsas.
Recuerdo que cuando pequeño, en Santiago, esperaba con ansias este día, nos juntábamos con mis primos e íbamos en bicicleta a los quioscos para leer los titulares de los periódicos. Era divertido por la osadía de los tabloides, en ese entonces, los referentes de la verdad para nosotros.
Pero esos son tiempos pasados, hoy la inocencia ha dejado de ser una virtud para transformarse en un sinónimo de ingenuidad, de bobo. Los juegos de palabras y noticias falsas que podrían pasar por inocentadas aparecen cualquier día en declaraciones, discursos y especialmente en redes sociales.
Estas últimas, que en el papel, o mejor dicho en el wifi, deberían ser la plataforma de la libertad y la democracia, en lugar de confrontar posturas, han ido ordenándonos de manera cada vez más eficiente en grupos de ideas afines creando cámaras de eco que amplían nuestros puntos de vista. La internet actual está impulsando la fragmentación política, la polarización e incluso el extremismo, como explica Sunstein en su libro #republic.
Ya no importa tanto conocer una verdad, sino que nos refuercen sistemáticamente nuestra visión de la verdad. Correa sabía de eso.
En un mundo que ha cambiado las ideologías por los artefactos, pareciera que los intereses propios justifican la hipocresía, las explicaciones verosímiles pero sospechosas y las decisiones políticas con poco sentido común y mucho sentido propio.
Vemos cómo por el limbo de las explicaciones inexplicables aparece la justificación de Kuczynski sobre el indulto en favor del antiguo presidente y exdictador Alberto Fujimori por motivos humanitarios, o los argumentos de nuestro Glas y tantos funcionarios y exfuncionarios públicos para evadir las relaciones con la corrupción.
Creo que de alguna manera nos hemos anestesiado contra la mentira y el descaro, y vemos impertérritos cómo pasan las negociaciones y acuerdos por frente nuestro.
Vemos cómo se ríen demagógicamente en nuestra cara con total convicción, y eso ya no es tan gracioso ni inocente.
Algunos días después de la Navidad quiero regalar a los que se sientan aludidos una relectura de este texto de Gonzalo Rojas, publicado en el año 1964: “Lo prostituyen todo con su ánimo gastado en circunloquios. Lo explican todo. Monologan como máquinas llenas de aceite. Lo manchan todo con su baba metafísica. Yo los quisiera ver en los mares del sur, una noche de viento real, con la cabeza, vaciada en frío, oliendo, la soledad del mundo, sin luna, sin explicación posible, fumando en el terror del desamparo”.
Feliz o triste día de los inocentes, como lo quieras ver.
Que este 2018 no nos dejemos ver tanto la cara de ingenuos y construyamos juntos un país más transparente y justo. Feliz año. (O)