Imaginen por un momento una sociedad que consigue vivir en paz, tutelada por una coalición entre hembras, que se toma en serio el juego y la risa y donde el sexo, más allá de su función reproductora, es parte del lenguaje social cotidiano, una práctica preponderante y recurrente para evitar o superar conflictos; una sociedad igualitaria que basa su sobrevivencia a largo plazo en la construcción de una red comunitaria relativamente amplia y cooperativa. Pues, esa sociedad existe. Se trata de los bonobos, una especie del género de los chimpancés, no tan conocida, que habita las húmedas selvas del África y cuyos rasgos, tal como los del chimpancé común, también viven en nuestra memoria evolutiva.
Durante el Congreso Futuro realizado recientemente en Santiago de Chile, Isabel Behncke, primatóloga y doctora en Antropología Evolutiva de la Universidad de Oxford, presentó los resultados de su investigación basada en el comportamiento de los bonobos, cuya convivencia social tiene mucho que aportar a la sociedad humana.
Así como los orangutanes y gorilas son nuestros parientes evolutivos, junto a los bonobos y chimpancés compartimos un antepasado común de hace 8 millones de años. Es por esto, que para la ciencia es fundamental estudiar su comportamiento y así comprender nuestra propia naturaleza. Estos primos hermanos, con quienes compartimos más del 98% de nuestro genoma, al igual que con los chimpacés, nos aportan un valioso secreto para la conservación humana, se trata del juego y la risa.
Durante décadas, los estudios científicos sobre el comportamiento de los primates nos han permitido comprender la evolución de la especie humana. De los chimpancés reconocemos su comportamiento jerárquico vertical, competitivo, dominante y agresivo, así como el énfasis en el desarrollo tecnológico en su vida cotidiana, pero esa es solo una parte de nuestra historia familiar. Los recientes estudios científicos muestran, entre otras características, que los bonobos también tienen jerarquías, pero son flexibles y al igual que los chimpancés crean herramientas, pero en menor medida y no dependen de dicha tecnología para sobrevivir; son pacíficos incluso con miembros de otros grupos por la influencia de su coalición entre hembras, a quienes les interesa mantener la paz y la sobrevivencia; el juego es uno de sus principales elementos de unión a lo largo de toda su vida, no sólo en la infancia como sucede con los chimpancés y el sexo es utilizado en múltiples contextos, sobre todo para prevenir conflictos.
Los bonobos son especies altamente inteligentes, con tradiciones culturales que nos proporcionan nuevos elementos para potenciar una convivencia social basada en la tolerancia, así como la implementación de la creatividad y resiliencia para enfrentar los vertiginosos cambios a los que estamos expuestos en el mundo moderno.
La desconfianza permea en todos los ámbitos de la vida, promovida por una lógica de competencia que nos sitúa en un estado instintivo de intolerancia y agresividad constante. “Piensa mal y acertarás” dice el dicho, pero ¿qué sucede cuando basamos nuestras relaciones humanas en la aprensión? ¿Cómo aspiramos a una convivencia pacífica en un grupo humano acostumbrado a ver en el Otro un potencial enemigo?
Para Behncke, la herencia del juego de los bonobos es un ejemplo para la cohesión de la sociedad humana, señala que “hay una interrelación entre la toma de riesgo, la libertad y la construcción de confianza”. Los bonobos tienen una sociedad muy pacífica, donde las relaciones entre sus miembros adultos, jóvenes, infantes, machos y hembras se basan en la empatía. El juego, es una instancia fundamental de la dinámica social que construye confianza y tolerancia del grupo. Lo mismo sucede cuando los humanos jugamos, nos enfocamos en una interacción donde se consolidan los lazos de confianza entre las personas y donde la risa cumple un rol fundamental para generar endorfinas, mejorar nuestra salud física, emocional, nuestra capacidad creativa y colaborativa.
La pregunta es desde dónde observamos la esencia de nuestra especie humana, porque la manera en que nos percibimos va a determinar nuestra conducta e interrelación. Está en nuestras manos la decisión de hacia dónde vamos, si seguimos apostando a enfocar la evolución de la especie principalmente desde nuestra naturaleza dominante y agresiva, con guerras y desarrollo tecnológico o empezamos a dar mayor importancia a la convivencia social desde la resolución pacífica de los conflictos.