En el análisis del New York Times sobre la nueva e importante historia de Dennis Ross, el negociador estadounidense en Oriente Medio, sobre las relaciones entre Israel y Estados Unidos, ‘Condenado a tener éxito’, un revelador momento en la víspera de la conferencia de paz de 1991 en Madrid captó mi atención. La delegación palestina había sacado a colación algunas reservas a último momento ante el secretario de Estado, James A. Baker III. Baker estaba lívido y dijo a los palestinos antes de salirse y dejarlos ahí: “Con ustedes, gente, el zoco nunca se cierra, pero conmigo está cerrado. Que tengan una buena vida”.

Quedé impactado porque ese tipo de palabras directas han estado demasiado ausentes de la diplomacia estadounidense para Oriente Medio en últimas fechas. Israelíes y palestinos –durante ya demasiado tiempo en guerra– están atrapados en invernaderos políticos de su propia hechura, incapaces de sorprenderse mutuamente con cualquier cosa positiva, así como con una necesidad desesperada de una dosis del sentido común de una amigable tercera parte.

Al escuchar al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (Bibi), alegando la semana pasada que el gran muftí palestino de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini –quien conoció a Hitler a comienzos de los años 40–, le dio a Hitler la idea de un asesinato masivo de todos los judíos, tan solo se puede concluir que Bibi está en una burbuja sellada, sin alguien a su alrededor que sea capaz de decirle: “Sabes, Bibi, eso es demostrablemente falso en términos históricos. Quizá estaría bien que eso lo guardaras para ti mismo”.

Olvidamos cuánto necesitan las partes a Estados Unidos algunas veces, a fin de que interprete el principio de la realidad para romper la parálisis en su política interna. A veces sus dirigentes necesitan decirle a su gabinete: “Yo nunca accedería a esto, pero esos malditos estadounidenses me rompieron el brazo. ¡Vea cómo cuelga aquí! ¡Está roto! ¡Tuve que decir sí!”. La política israelí y palestina es brutal. Como se enteró Baker, si no te les metes entre los ojos con regularidad, te registran como “hora de la siesta” en sus horarios cotidianos.

¿Cómo sonaría un mensaje de Estados Unidos actualmente? Empezaría por declarar en público al presidente palestino, Mahmud Abás: “Usted rechazó la oferta sin precedente del primer ministro israelí en septiembre de 2008, Ehud Olmert, sobre una solución de dos estados, en la cual, como informó después el diario Jerusalem Post: ‘Esencialmente, Olmert accedió a renunciar a la soberanía del Monte del Templo en Jerusalén, el sitio más sagrado del judaísmo, y propuso que en el marco de un acuerdo de paz, el área que contiene los sitios religiosos en Jerusalén fuera manejada por un comité especial… de cinco naciones: Arabia Saudí, Jordania, Palestina, Estados Unidos e Israel’.

“El Post también dijo: Olmert trazó para (Abás)… un gran mapa sobre el cual delineó las fronteras del Estado palestino en el futuro’, que incluía un cambio de tierra palestina casi de las mismas dimensiones en Cisjordania para albergar asentamientos israelíes, a cambio de partes de Israel.

“Abás, Olmert sigue esperando su respuesta. Es claro que con los palestinos ahora divididos entre Gaza, encabezado por Hamás, y Cisjordania, con Fatá al frente, no hay una sola autoridad palestina con legitimidad para aprobar formalmente un amplio acuerdo de paz. Además, es cierto también que usted ha estado comprometido con la no-violencia; y que lo bendigan por eso. Pero ¿dónde está su plan creativo para una solución provisional que pueda al menos darle impulso al proceso? ¿Por qué solo se sienta ahí como Buda, rechazando ideas creativas como la expuesta por el secretario de Estado estadounidense, John Kerry?”.

En cuanto a Netanyahu, el audaz mensaje pudiera ser: “Usted va a ser una figura histórica: el dirigente israelí que dejó a Israel con nada más que una solución de un Estado, en la cual Israel gradualmente renunciará a ser judío o democrático. Conocemos con exactitud la apariencia de una solución de un solo Estado. Tan solo asómense a su ventana: palestinos tomando un cuchillo de cocina y clavándoselo a cualquier judío-israelí, y vigilantes enmascarados de los colonos aplicando represalias”.

Este lunes visité al muy digno ministro de la Defensa de Israel, Moshe Ya’alon. Al oírlo describiendo el escenario estratégico de Israel, se me pusieron los pelos de punta. La nación tiene actores que no son del Estado, vestidos de civiles, armados con cohetes, anidados entre civiles en cuatro de cinco fronteras –Sinaí, Gaza, Líbano y Siria– y él no quiere arriesgarse a abrir una quinta tan solo evacuando Cisjordania. Lo entiendo.

Sin embargo, tiene que existir alguna alternativa a no hacer nada o hacerlo todo. Tiene que ser una alternativa que al menos ponga a prueba a los palestinos para que realmente controlen un poco de territorio; y eso crea cierta esperanza de que las dos comunidades puedan separarse de manera segura. Además, tiene que involucrar que Israel al menos detenga toda construcción de asentamientos en el corazón de Cisjordania, en las áreas largamente designadas para un Estado palestino. Alrededor de 70.000 de los 400.000 colonos de Israel viven ahora en esas áreas, y eso está ocasionando que cualquier separación sea cada vez más imposible.

Esto es lo que los amigos de Israel se están perdiendo. Israel tiene muchísima energía creativa: en ciencia, tecnología y medicina. Pero no se ve actualmente en diplomacia. Es cierto que Israel puede sobrevivir a esta guerra de los cuchillos. ¿Pero será capaz de prosperar? ¿Seguirá siendo un lugar al que la gente quiera ir de visita y en el cual criar a sus hijos?

Pudiera ser que Israel no tiene alternativa.

Sin embargo, Israel es un país realmente poderoso. No es una Costa Rica desarmada. Nadie espera que renuncie a todo. Sin embargo, cada vez menos personas pueden entender por qué dedica tanta energía a explicar por qué no puede hacer nada, por qué los palestinos son irredimiblemente horribles y por qué nada que Israel pudiera hacer afectaría la conducta de ellos. Verdaderamente me preocupa que Israel se esté suicidando lentamente, con todos los mejores argumentos.

© 2015 New York Times
News Service (O)

Israel tiene muchísima energía creativa: en ciencia, tecnología y medicina. Pero no se ve actualmente en diplomacia.