Hace 33 años publiqué un libro denominado: Jornaleros, Grandes Propietarios y Exportación Cacaotera, 1790 - 1925, fruto de dos años de investigación en archivos, bibliotecas y en entrevistas con personas que entonces recordaban sea directamente, sea por conocimiento heredado por padres y abuelos, esa época. Este libro ha sido reeditado por la Universidad Andina Simón Bolívar y la Corporación Editora Nacional.

Pero no es del libro que quiero escribir, sino del contexto en que se escribió y del proceso del que hizo parte. Fue resultado del trabajo de una ONG a fines de los setenta, que entre muchas, entonces y después se han organizado; y, es sobre ellas que quiero escribir. Las ONG son una opción de vida para quienes optamos por trabajar en temas públicos, pero desde una organización independiente y autónoma del Estado y del sector privado. Fue una opción para lo que nadie nos eligió, pero que escogimos como trayectoria y compromiso de vida y que salvo breves periodos, no he abandonado. Organizaciones como Ciese y CAAP, de las que hice parte, fueron respuesta a los desafíos de un momento histórico, pero también fueron vehículos de acción social; fueron constituidas para tener un espacio de investigación, de excelencia académica, pero vinculado a procesos sociales.

Uno puede afirmar, sin temor a equivocarse, que de este encuentro entre académicos, tanto de ONG como de Universidades, y los movimientos sociales, nacieron las nuevas ciencias sociales en campos como los estudios rurales y urbanos, la nueva historia ecuatoriana, los estudios laborales, los antropológicos. Fueron años de extraordinaria actividad académica, pero también de trabajo de organización social, de trabajo sindical para producir los cambios laborales, agrarios y democráticos entonces. La relación entre procesos sociales y actividad académica, son cruciales para el avance de la ciencia y los avances sociales.

El trabajo sobre el cacao fue producto de esa época y de esa opción, buscaba responder a un vacío de conocimiento, poco se sabía de esa extraordinaria historia y de la estructura económica y agraria costeña, pero también a los desafíos que planteaban los procesos sociales. Los sesenta y ochenta fueron un periodo de gran efervescencia del movimiento campesino y sindical. La lucha por la abolición del trabajo precario en la agricultura y el decreto 1001 promovieron un periodo de grandes luchas campesinas por la tierra, especialmente, pero no exclusivamente, en las zonas arroceras. Fue cuando se formaron la ACAL, de la UNOCAVB, de la Urocal y se produjo un cambio en la Fenoc, hoy Fenocin, organizaciones de gran significación nacional y regional.

Era una actividad académica basada en principios y valores, en buena parte de inspiración en la iglesia de los pobres. En cierta manera, celebrábamos en las luchas por la tierra la búsqueda de la tierra prometida, como lo hicimos litúrgicamente en una extraordinaria celebración, que quedó grabada en mi mente; una reunión de la iglesia de los pobres en Esmeraldas, donde mi historia de los campesinos y sus luchas, hizo parte de la Palabra en la celebración religiosa, en que se ofrendaron tierra, frutos agrícolas, agua, sudor y sacrificio.

Hoy, cuando veo las acciones represivas desplegadas contra ONG como Pachamama o de personas como Carlos Zorrilla y en general el Decreto 16, pienso desde mi historia personal, que se quiere terminar con una de las bases fundamentales del progreso social.

Una Feliz Navidad.