Monseñor Luis Gerardo Cabrera, arzobispo de Guayaquil, fue reelegido hace pocas semanas como presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE). El sacerdote explica que la misión de la Iglesia católica es “anunciar la buena noticia, que tiene que ver con la justicia, la paz y los valores, que son a la vez las aspiraciones del corazón humano”, y que su plan pastoral para los próximos tres años se enfocará en varias “opciones” o ejes: la familia, los jóvenes, la ecología y la educación.

Pero sin duda es el tema de la familia el que mayor polémica levanta en el país y en el mundo a causa de dos cuestiones: el aborto y el matrimonio igualitario. En entrevista con EL UNIVERSO, Cabrera reflexiona sobre los aspectos legales, derechos humanos y teológicos relacionados con estos puntos a los que la Iglesia se opone y que no son negociables la luz de su fe.

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Uno de los temas más polémicos relacionados con la familia es el aborto. En la Corte Constitucional (CC) están en trámite demandas de inconstitucionalidad a la Ley que regula la interrupción voluntaria del embarazo en casos de violación, y desde la Iglesia y los grupos provida se ha denunciado que la suspensión de algunos artículos ha generado que los abortos se realicen sin ningún control. ¿Qué acciones han desarrollado para bloquear esta normativa?

El tema del aborto es bastante complejo, delicado. Para nosotros, abortar es simplemente matar, es quitar una vida. Y no es cuestión de ética ni de espiritualidad, es una cuestión de biología. La embriología, la biología molecular muestran que la vida comienza desde la concepción. Luego está la parte jurídica, hay toda discusión respecto a si el aborto es un derecho o no. ¿Cómo se puede armonizar el derecho a vivir y el derecho a matar? Es como hablar del derecho a la verdad y el derecho a la mentira, son ideas contrapuestas. Y después viene la parte ética que defiende la vida y la ley al servicio de la vida. Y luego la interpretación desde la espiritualidad, la teología, donde se nos dice que esa vida que comenzó en la concepción va más allá de la muerte, que no se acaba, que no se destruye. Pero muy poco se habla de las consecuencias del aborto: físicas, psicológicas, morales, económicas... Por eso, un tema que hay que mirar más allá de lo legal. Quedarnos en eso es muy pobre. Hay que ir a la parte humana.

¿Y de qué manera ustedes están participando en ese debate en la Corte?

Tenemos a mucha gente que se ha involucrado: médicos, juristas, políticos. El problema de los políticos es que después se olvidan de todos estos argumentos por lo “políticamente correcto” y lo “políticamente correcto” no siempre se ciñe a la verdad, sino que detrás hay un interés de adquirir un cargo, de quedar bien con los demás o de lavarse las manos de manera muy irresponsable. Hay varios campos donde estamos actuando, no como sacerdotes, no como obispos, sino con la gente de Iglesia y que está convencida de que la vida es el valor más grande. Ellos han presentado escritos, amicus curiae...

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Corte Constitucional ha suspendido varios artículos y disposiciones de la Ley que regula el aborto en casos de violación

Los sacerdotes de algunas parroquias dicen en sus homilías que a los jueces de la Corte Constitucional se los debería excomulgar por las decisiones que han tomado alrededor de esta ley. ¿Han pensado en eso?

Bueno, lo que pasa es que ya es que están excomulgados. ¿Qué es excomulgar? Es salirse de la comunión de la Iglesia. Entonces, participar directamente de un aborto es quedar fuera de la comunión. ¿Por qué? Porque es un crimen. Pero claro, con toda esa avalancha de teorías e ideologías sobre derechos que han ido anestesiando, amordazando la conciencia de la gente, piensan que no pasa nada. Pero es un pecado grave, muy grave, porque es quitar la vida, es truncar la existencia de un ser humano.

El papa Francisco ha dicho que los sacerdotes católicos pueden bendecir a parejas homosexuales como expresión de cercanía pastoral, sin que esto sea una aprobación de su estilo de vida. Foto de Archivo

La Iglesia siempre se ha opuesto al matrimonio igualitario (entre personas del mismo sexo), algo que también fue aprobado por la Corte años atrás. Pero en estas últimas semanas el papa Francisco ha permitido que los sacerdotes bendigan a estas parejas. ¿Cómo se interpreta esta declaración?

Nosotros siempre hemos dicho que hablar de matrimonio entre personas del mismo sexo no es posible ni etimológicamente. ¿De dónde viene la palabra matrimonio? De matriz, la misión de la madre. Lo que hemos dicho es que son uniones legales. El tema de la bendición a estas parejas ha sido muy polémico en estos días. Pero si usted lee los números 3, 4, 5 y 11 de la declaración del papa está clarísimo. Ahí solamente se reconoce el matrimonio entre varón y mujer, no más. Se tergiversaron muchas cosas de la declaración del papa y muchos pensaron que ahora ya se llama matrimonio a la unión de varón y mujer, de hombre con hombre y de mujer con mujer. Pero no es así.

¿Qué significan entonces esas bendiciones?

La bendición es una gracia, es un don. Es como el amor de Dios. Dios ama a todas las personas, independientemente de que sean buenas o malas. Por eso, la comparación que hizo Jesús de que el sol sale para buenos y malos y la lluvia cae sobre justos y pecadores. O sea, no podemos juzgar ni condenar a nadie, pero eso no significa que estemos de acuerdo con sus actitudes. Por ejemplo, cuando viene alguien a pedir unas bendiciones, yo nunca les pregunto si son buenos o malos, solo les digo que Dios los bendiga... ¿Pero qué significa eso? Que hay un compromiso de su lado de cambiar, de ser mejor. Porque si uno recibe la bendición y sigue siendo lo mismo, no tiene sentido.

¿O sea que bendecir no implica un aval o un reconocimiento?

No, la declaración del papa es clarísima, dice que no se puede hacer una simulación (de un matrimonio). Nunca se podrá hacer una celebración, una liturgia, una adoración. Es una bendición general.

Entonces, ¿las bendiciones son a las personas, más que la unión en sí misma?

Sí, son bendiciones a las personas. El catecismo es clarísimo, hay que respetarlas, hay que acogerlas. No podemos despreciarlas. Y la razón es simple, primero, porque son personas, son seres humanos con todos los derechos, y desde la fe sabemos que son hijos de Dios. Entonces, ¿cómo podemos nosotros marginarlas?

Pero los grupos LGBTI insisten en que ellos sufren discriminación de parte de la Iglesia.

No, de ninguna manera, porque la bendición es para todos, pero lógicamente tenemos nuestras normas también y eso no significa que estemos discriminándolos. (I)