A los 18 meses, este domingo, 13 de abril del 2025, se reedita una final presidencial entre Daniel Noboa Azín y Luisa González Alcívar.
Su primer encuentro se dio el 15 de octubre del 2023, en la segunda vuelta de las elecciones anticipadas que se derivaron de la muerte cruzada decretada en mayo de ese mismo año por el expresidente Guillermo Lasso.
Y entre una y otra elección, como dice el refrán popular, mucha agua corrió bajo el puente. Hubo cambios tanto en los escenarios políticos como en los candidatos.
Publicidad
En el 2023, Noboa y González provenían, justamente, de la Asamblea Nacional que fue disuelta por Lasso en medio de un proceso de juicio político en su contra impulsado por el correísmo y los socialcristianos; en ese momento la relación entre Ejecutivo y Legislativo era tensa.
El primero era legislador por Santa Elena, y la segunda, representante de Manabí. Fue, para ambos, su primera participación en la papeleta presidencial.
Noboa terció por una alianza de organizaciones políticas a la que bautizó como Acción Democrática Nacional (ADN), denominación que luego le dio a su movimiento político que para entonces estaba en proceso de formación. Lo apoyaron los movimientos Pueblo, Igualdad y Democracia (PID) y Verde, Ético y Revolucionario (Mover).
Publicidad
González, en tanto, fue la carta del movimiento Revolución Ciudadana (RC), que participó en solitario.
Noboa ganó la Presidencia de la República con el 51,83 % de los votos válidos; González alcanzó el segundo puesto con el 48,17 %.
Publicidad
Para los comicios del 2025, Noboa ya tenía su propia agrupación, a la cual el Consejo Nacional Electoral le asignó el número 7, que le perteneció por años a los partidos que tuvo su papá, el empresario Álvaro Noboa: Partido Renovador Institucional Acción Nacional (Prian) y Adelante Ecuatoriano Adelante.
Mientras que González se postula bajo el paraguas de una alianza entre la Revolución Ciudadana y el movimiento Renovación Total (RETO), cuyo líder principal es el actual alcalde de Guayaquil, Aquiles Alvarez, que llegó al cargo en febrero del 2023 con la RC.
En la primera vuelta de este año, Noboa logró el 44,17 % de los votos válidos, y González, el 44 %. Entre los dos hubo una diferencia de un poco más de 16.000 votos.
Analistas consultados señalan que el escenario político del 2023 estaba marcado por la incertidumbre generada por la aplicación de la muerte cruzada por primera vez desde que se introdujo en la Constitución aprobada en el 2008 y la expectativa en el gobierno de la transición. A esto se sumaba la crisis de inseguridad, que se mantiene dos años después.
Publicidad
El actual está signado, en cambio, por la polarización política que se pudo evidenciar en las campañas de primera y segunda vuelta, que estuvieron plagadas de ataques, pero vacías de propuestas.
La primera diferencia que encuentra el exministro de Gobierno Francisco Jiménez entre las elecciones del 2023 y la del 2025 es que “ya no se trata de un enfrentamiento inédito entre dos expectativas”. “Hoy ya se conoce cuál es el modelo de gobierno que tendría el presidente Noboa en caso de resultar reelecto y también cuál sería la agenda de Luisa González en caso de ser ella la favorecida con la voluntad popular”, señala.
Un segundo factor por anotar es que la polarización de quienes se identifican con una y otra tendencia se ha acentuado, indica Jiménez, que agrega que “en la elección anterior hubo más espacio para vislumbrar otras opciones; hoy, en este contexto, solo dos”.
En tanto, Jiménez considera que en el país “se han ido profundizando los problemas (seguridad y reactivación económica, en primer lugar), sin que la ciudadanía tenga claro cuál es el escenario de salida, y esto independientemente de la elección misma, lo cual no deja de ser preocupante”.
La politóloga Andrea Endara habla de que, en mayor o menor medida, la conflictividad política ha sido recurrente en ambos procesos electorales.
Opina que hoy en día hay, además, un entorno mundial diferente al del 2023, porque las naciones hegemónicas se están reacomodando. En ese sentido, Ecuador podría resultar afectado o beneficiado de sus decisiones políticas o comerciales.
Noboa y González ya no son los mismos tampoco, reconoce el politólogo Sebastián Salazar.
“Cuando Noboa se presentó como candidato en el 2023 venía de ser un asambleísta que presidía una comisión, sin mucha confrontación y con buenos resultados; no pertenecía al correísmo, primera minoría por aquellos días, ni al oficialismo de CREO. Esto lo había hecho conocido en la esfera política, pero no más que su proveniencia familiar, hijo de Álvaro Noboa, el seis veces candidato a la Presidencia. Esto le dio un aire de figura joven, fresca e incluso con características de outsider, lo que benefició su participación electoral en el 2023. Hoy, en el 2025, Noboa no cuenta con esa frescura y, por el contrario, se ha visto sometido al desgaste propio de la gestión gubernamental, con problemas no menores: estiaje, guerra interna, estancamiento económico, retrasos en pagos y desastres naturales, lo que le ha afectado en su popularidad, pero le ha otorgado más conocimiento del manejo de lo público”, explica.
En tanto que, si bien González empezó como funcionaria pública en el 2008, esto no la hizo una figura relevante en la política nacional, agrega el analista. “Desde el 2021 se desempeñó como asambleísta sin una presencia predominante en la escena legislativa. En 2023 Luisa González es designada candidata a la Presidencia por la Revolución Ciudadana; con esta designación se convierte en una figura importante llegando al segundo lugar. Luego se convierte en presidenta del movimiento Revolución Ciudadana y nuevamente candidata presidencial en el 2025. Sin duda esta experiencia ha marcado su discurso, su presencia y el conocimiento del electorado, ha marcado un discurso distinto en esta elección, tratando de alejarse de la figura del expresidente Rafael Correa”, comenta.
Cualquiera que sea el resultado, dice el analista, las elecciones presidenciales de este domingo son particularmente importantes porque con ellas se retoma el cauce regular de los mandatos presidenciales que fue alterado con la muerte cruzada. Son, a la vez, un final y un comienzo. (I)