La Amazonía, ese gran ecosistema vital para la humanidad y el planeta, enfrenta uno de sus momentos más críticos. En los últimos 39 años —entre 1985 y 2023—, los países amazónicos perdieron más de 88 millones de hectáreas de bosques (12,5 % de su cobertura), un área casi tan grande como Colombia, según los datos generados por MapBiomas Amazonía, iniciativa de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG).
Frente a este escenario, nunca antes fue tan urgente fortalecer las políticas de conservación y restauración, así como el rol protector que cumplen los territorios indígenas y las áreas naturales protegidas frente a la deforestación, señala el comunicado.
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Según alertaron especialistas de la RAISG, la región amazónica viene sufriendo una transformación acelerada.
El resultado de la clasificación de imágenes satelitales muestra que entre 1985 y 2023, en las áreas donde disminuyó el bosque, el uso de suelos para minería legal e ilegal se expandió en 1.063 %, en agricultura 598 % y en ganadería 298 %.
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Así, muchos ecosistemas desaparecieron para dar paso a enormes extensiones de pastos, tierras agrícolas de soya, palma aceitera y otros monocultivos, o se convirtieron en grandes cráteres de agua para la extracción de oro.
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En el caso de la minería, la erosión del suelo no solo impacta en la cubierta forestal, sino en el suelo fértil, lo cual vulnera su capacidad de recuperación y aumenta el riesgo de deslizamientos, además de todos los contaminantes.
Ya los bosques inundables se redujeron en 4,5 millones de hectáreas en los últimos 39 años. Su retroceso pone en serio peligro la abundancia y diversidad biológica de la Amazonía —sobre todo de peces— y, por tanto, la disponibilidad de alimento para las poblaciones aledañas.
Cifras en rojo
El análisis incluye los ocho biomas de la región amazónica. El 71 % de las pérdidas totales de bosques en la Amazonía ocurrió en el bioma Amazónico, el más grande de toda la región, presente en los nueve países (Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guyana Francesa).
El 23 % se situó en la sabana tropical El Cerrado (Brasil); 4 % en el bosque seco tropical Chiquitano (Bolivia); y 2 % se dividió en los biomas bosque seco El Chaco (Bolivia-Paraguay), humedal Pantanal (Brasil-Bolivia), Tucumano-Boliviano, así como en los Andes y valles de Perú y Bolivia.
La RAISG considera 8′470.209 km² de territorio amazónico, correspondientes a la suma de las mayores extensiones territoriales considerando los tres criterios: biogeográfico, cuenca hidrográfica y límites político-administrativos, según las particularidades de cada país amazónico.
De esta manera, los datos recopilados aplican a una región delimitada por:
- Límites biogeográficos de la Amazonía en Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guayana Francesa.
- Los límites de la cuenca amazónica en Ecuador, Perú y Bolivia.
- La suma de los límites de la cuenca (Amazonas y Tocantins-Araguaia) y los límites administrativos de la Amazonía legal en Brasil. Esta área incluye las cuencas hidrográficas de los ríos Amazonas, Tocantins-Araguaia y Marajó (6′925.918 km²).
A puertas de la COP16 de Biodiversidad en Colombia (octubre 2024) y con miras a la COP30 sobre Cambio Climático en Brasil (noviembre 2025), la RAISG considera estos dos años claves para que los líderes de los Gobiernos y las entidades de incidencia implementen políticas de conservación y restauración más estrictas, a partir de estos focos de pérdida.
“Los principales desafíos son conservar las áreas intactas y de baja degradación, antes de alcanzar el llamado ‘punto de no retorno’ de la Amazonía; y sustituir las actividades actuales por otras que afecten menos al bosque. Y lo más importante: proteger las áreas naturales protegidas y territorios indígenas, que vienen actuando como barreras contra la deforestación y degradación”, señala Karen Huertas, especialista de MapBiomas Amazonía. (I)
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