El dolor es intenso y deja sin aliento. Recorre los brazos, llega a los hombros y a la boca del estómago hasta asentarse en el centro del pecho y traspasar a la espalda. Es como si un saco de cemento o la pata de un elefante apretujara el tórax, describe Jorge Franco, quien ha sufrido tres infartos al miocardio a partir de que en noviembre del 2011 sufrió el primero, cuando tenía 48 años de edad.