Ana Changuín, extitular de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación y actual presidenta de la Fundación Intellecta, conversó con Diario EL UNIVERSO respecto del rol del Estado en los procesos de admisión en la educación superior, la dinámica entre la oferta y la demanda de cupos en universidades públicas y el poco interés de los aspirantes en ciertas carreras ofrecidas.

Estos son parte de los temas que se abordarán este miércoles, 17 de julio, en el foro de EL UNIVERSO “Educación como política de Estado: vivencias y dificultades”, en el que Changuín es una de las panelistas. Se desarrollará en el aula magna de la Universidad Espíritu Santo, en la avenida Samborondón, de 17:00 a 20:00.

¿Qué rol cumple actualmente y cuál debería cumplir idealmente el Estado en el acceso a la educación superior?

La Constitución otorga facultades al Gobierno respecto de coordinar la política pública de acceso y calidad de la educación superior, buscando generar oportunidades de acceso. No necesariamente toda la población quiere ingresar a la universidad; lo que se debe procurar es que existan oportunidades para quienes desean y quienes optan por este modelo, con ese componente como parte de su proyecto de vida.

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¿Cómo se puede lograr más inclusión? La oferta académica actual no cubre la demanda.

Se habla, más o menos, y estas son cifras difíciles de obtener, de un universo de casi un millón de estudiantes a nivel nacional en universidades públicas y privadas. La opción de carreras técnicas se ha intentado fortalecer; durante mi gestión le dimos mucho énfasis a promocionar, promover, explicar la factibilidad de estudiar una carrera técnica, que en nuestro diseño legal se encuentra catalogada como de tercer nivel. Creo que la dinámica mundial es caminar hacia el fortalecimiento de los técnicos y tecnológicos con carreras más cortas y puntuales, aterrizadas a las necesidades del país.

¿Cómo lograr que un perfil universitario sea atractivo para conseguir empleo en Ecuador?

Pero las carreras más demandadas siguen siendo las tradicionales: Medicina, Derecho...

Así es. Una de las razones es que existe un mito de que únicamente tienen éxito las personas que son profesionales en ese tipo de carreras, las “carreras de éxito”. Otro de los motivos es que se piensa que estudiar en un técnico o tecnológico no tiene la misma importancia que una carrera más larga. Incluso dentro de técnicos y tecnológicos hay carreras preferidas. Ellos están haciendo un esfuerzo por aterrizar la oferta a las necesidades locales, que va de provincia en provincia.

¿Escoger una carrera termina siendo una elección libre o influenciada por el entorno del estudiante?

Yo diría que falta información. Una decisión libre debe tener un componente adicional: información de calidad que les permita a los futuros universitarios saber qué carreras van a tener ese vínculo y un nivel de empleabilidad alto. En Europa tenemos estudios rigurosos, conjugando los sectores públicos y privados, sobre las carreras que tendrán un mercado laboral más amplio. Esa es la información de calidad con la cual no cuentan nuestros bachilleres el día de hoy para poder tomar una decisión informada. Nuestros chicos están tomando decisiones a ciegas sobre qué carrera van a estudiar.

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¿Eso se refleja en que existan carreras con nulo interés por parte de los alumnos?

Podría señalar que hay responsabilidad de varios actores. Nuestras universidades e institutos hacen un esfuerzo extraordinario para tratar de implantar carreras viables; pero, nuevamente, no cuentan con la información suficiente. El sector productivo vive diciendo que no tiene personal especializado y que le toca importar a personal calificado; las universidades deberían estar preparando a ese personal que sería más empleable en el futuro.

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¿Cómo se puede afinar el sistema de admisión? Hay reportes de alumnos que aceptan cupos en más de una institución.

Creo que existe un poco de ansiedad en las familias y en los estudiantes, es natural si pensamos que en el pasado hubo una distorsión respecto a los exámenes de ingreso y a cómo se centralizaba en la Senescyt el examen y la distribución, que fue perversa, porque al final los que estudiaban no terminaban acudiendo a programas que ellos deseaban, casi que siendo expulsados a otras provincias donde en su vida habían pensado trasladarse para cursar sus estudios universitarios.

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El sistema debe afinarse, puede haber ese tipo de distorsiones (...). Tal vez hay una distorsión en los sistemas informáticos, definitivamente distrae y ocupa un cupo que podría y debería ser aprovechado por otra persona. (I)