“Amar y servir” es uno de los lemas que imparte la Fundación Otoño Inolvidable de Guayaquil, que lleva diez años acogiendo a adultos mayores y se sostiene con la ayuda de voluntarios y donaciones particulares. Elsa es una de las personas que visitan frecuentemente el lugar, ubicado en el sur de la urbe.
Ella tiene 84 años y vive con su nieto. Cuando llegó a la fundación lo hizo en andador y ahora lo hace caminando normalmente, cuenta Luis Cortez, director ejecutivo de la fundación.
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“Ella es nuestra mayor adulta y se moviliza sola. Con todas las actividades que ella ha hecho aquí, dejó el andador y empezó a caminar nuevamente. Hace bailoterapia”, indica Cortez.
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Pero no es la única, también llegan ancianos en situación de calle que duermen fuera de las iglesias y pasan en soledad.
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“Trabajamos con muchos adultos de escasos recursos, algunos en situación de calle están afuera de la iglesia San Francisco pidiendo caridad y vienen con nosotros a hacer las actividades en la mañana”, señala Cortez, quien afirma que las personas llegan de sectores como Monte Sinaí, la Prosperina y Guasmo.
La Fundación Otoño Inolvidable es una de las 49 registradas en Acorvol, agencia coordinadora del voluntariado del Guayas.
Diez años ayudando
La idea de Otoño Inolvidable nació hace una década por un grupo de jóvenes que se reunieron con el afán de mejorar la calidad de vida de los adultos mayores, asegura Cortez.
“Porque identificamos que existen pocos espacios para aquellos que tienen pocos recursos y (que de esta forma) puedan tener un lugar agradable donde compartir sus experiencias, donde tener una ayuda social y que sean atendidos de una manera digna”, apunta el director ejecutivo.
Actualmente esta fundación ofrece distintos servicios, como bailoterapia, talleres espirituales (como el día de oración), talleres vivenciales, actividades sociorrecreativas, como bingos, fiestas temáticas, concursos, emprendimientos. Así también las personas reciben terapias físicas, desayunos y almuerzos en un comedor comunitario de la fundación.
Hay pocos voluntarios
Estas labores se realizan con el apoyo de once voluntarios, quienes han disminuido con el tiempo, menciona Cortez.
“Sí, han disminuido los voluntarios. Nosotros manejamos el término voluntario, como su nombre lo indica, es a voluntad, la voluntad del tiempo disponible, del día y hora en que puedan hacerlo. Uno de los factores principales que afectan su estancia en la fundación es su labor profesional, ya que impide que puedan compartir su tiempo con nuestros beneficiarios constantemente, por eso unos se van y otros vienen, y nos permiten mantener la labor que desarrollamos en beneficio de los que más necesitan”, apunta.
Recalca que siempre hay la necesidad de voluntarios adherentes, es decir, que sean constantes en colaborar con la labor que no puede detenerse.
“Para poder hacer más se necesitan de muchos recursos, no solo la presencia física, sino la participación económica para la ejecución de todos los planes y proyectos que estamos ansiosos de realizar en beneficio de nuestra población. Haber mantenido diez años de labor y tener la fe de que esta ha impactado en la vida de las personas y seguimos dando nuestro granito de arena, ese es el logro más grande”, dice.
Para Renato Herrera, experto en prácticas comunitarias de vinculación con la sociedad en la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), estas áreas, que dependen del voluntariado, podrían verse gravemente afectadas sin la presencia de ellos.
“En muchos casos, estos servicios no cuentan con suficientes recursos económicos o personal remunerado para continuar funcionando a pleno rendimiento. Los voluntarios no solo brindan apoyo directo, sino que también ofrecen un componente humano y emocional que es insustituible. Su importancia es crítica para mantener el bienestar de las comunidades más desatendidas, y su ausencia dejaría un vacío que difícilmente podría llenarse por completo”, expresa Herrera. (I)