“Estoy indignada”. Así describe sentirse antes del inicio de la entrevista Sonia Rodríguez, psicóloga y directora del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer, institución dedicada a luchar contra la violencia de género.

Su sentimiento responde a las recientes denuncias de presuntas violaciones a estudiantes del Colegio SEK de Guayaquil y demás casos donde mujeres y niñas han sido violentadas.

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Aunque admite que el sistema de justicia ecuatoriano es revictimizante, ineficaz y corrupto en su accionar, ella apunta a que estos crímenes siguen ocurriendo por problemas estructurales, como el apoyo implícito y a veces explícito de hombres a otros hombres que abusan de mujeres, y elementos culturales que permean la misma crianza de los ecuatorianos.

Este Diario reportó en diciembre de 2023 que en cinco años la Fiscalía General del Estado recibió 52.051 denuncias por violencia sexual. Hasta esa fecha solo 2.161 habían recibido sentencia.

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Esto significa que solo poco más del 4 % de procesos fueron resueltos por la justicia.

El Ministerio del Interior, además, reporta 108 femicidios en Ecuador en 2023 en su base de datos abiertos. Sin embargo, la Fundación Aldea, que mapea y registra femicidios, cuenta 321: 128 de ellos en el ámbito sexual y familiar, 172 en el contexto del crimen organizado, 17 transfemicidios y 4 mujeres asesinadas en años anteriores, pero cuyos cuerpos fueron hallados en 2023.

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Rodríguez reitera que no todos los hombres son abusadores o encubridores. Sin embargo, indica que sí debería existir mayor acción y reflexión entre ellos.

En entrevista con EL UNIVERSO, la psicóloga analiza los factores culturales que influyen en la incidencia de los crímenes de violencia sexual, la exposición que sufren las víctimas que denuncian a sus agresores en medios y redes sociales, la diferencia entre el sexo consentido por placer y una violación, y la ineficacia del sistema judicial para tratar estas denuncias.

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¿Qué factores culturales influyen en que ocurran estos crímenes?

Hay una sociedad patriarcal, un poder jerárquico masculino que reproduce la idea de que los cuerpos de las mujeres pueden ser propiedad de los hombres, y algunos hombres que los reproducen. No son todos (...). La creencia de que el cuerpo de una mujer es de tu propiedad, de que puedes usarlo sexualmente.

Planificar un abuso es un acto perverso. ¿Por qué ellos creen que pueden hacer esto? ¿Por qué escogen a una muchacha para este ejercicio de poder, de apropiación de un cuerpo? Cuando hay un acto consentido hay una experiencia placentera, una aceptación del otro, pero una violación es un acto cruel. Es un acto criminal donde no busco el placer sexual del otro, sino de humillarlo.

Sonia Rodríguez, presidenta del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam). Foto: Cortesía: CEPAM

Parecería que la reacción casi reflexiva de muchas personas es cuestionar dónde estaba la madre, cómo estaba vestida la víctima, que por qué salió a beber...

¿Y a punta de qué es la mamá la única que tiene que cuidarla? ¿Dónde estaba el papá, dónde está la sociedad?

Acabo de escuchar que ya salieron del país (dos acusados en el caso de los alumnos del Colegio SEK). Ahí se ve cómo una familia puede encubrir un delito, cómo una institución laboral o educativa encubre la situación. Se suele todavía culpar a las mujeres: es que ella provocó, ella es libertina, ella andaba con esa ropa, ella aceptó salir a beber. Se acepta salir a beber, salir a bailar, no una violación.

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La sociedad lo encubre, lo minimiza. Evidenciemos que hay un pacto patriarcal histórico de creer que los cuerpos de las mujeres pueden ser violados, asesinados. Eso es inhumano. Mientras no pongamos en evidencia, mientras no denunciemos, mientras los hombres no cuestionen, interpelen (...) Hoy estamos indignados, pero ocurre todos los días. Las estadísticas hablan de denuncias de violencia sexual a diario.

Hay profesionales de la salud mental que recomiendan no obligar a las víctimas a denunciar por el proceso revictimizante que ya mencionamos.

El problema es que el sistema de justicia es tan corrupto e ineficiente que la sociedad en general ya no confía en él. Ahí hay un dilema. Si no se denuncia, el agresor puede seguir cometiendo abusos. El asunto es que la denuncia no resuelve, la víctima no se cura por denunciar. La prioridad es alejar a la víctima del agresor, que muchas veces está dentro de la casa: el abuelo, el hermano, el papá.

La denuncia no es tan fácil, y si se hace ese proceso agobiante que no siempre da los resultados esperados, la víctima puede quedar aislada, abandonada. Yo en mi formación como psicóloga puedo decir que una de las prioridades es la atención psicológica.

No es lo uno o lo otro, depende del contexto particular de cada situación. La prioridad es poner a la víctima en buen recaudo si el agresor está en su casa. Si hay una denuncia en flagrancia se puede solicitar las medidas para sacar al agresor de la casa.

Sin embargo, en el entorno familiar muchas veces se toma la postura de ‘cómo vas a denunciar a tu abuelito, vas a crear un problema’, o ‘es chiquito, se va a olvidar’. Es una falsa posición y una situación impactante para la familia. Las personas no saben cómo manejarlo, argumentan que hay que salvar la familia, pero es una premisa falsa... La prioridad es quien sufrió el abuso. Quien comete un abuso no es un familiar, simbólicamente.

Otro cuestionamiento que suelen decirle a las víctimas es que se demoran en denunciar...

Es porque no se comprende la dimensión del crimen. Sufrir un delito sexual es una situación que asusta, que sorprende, que intimida. Por lo general lo perpetran personas conocidas, en este caso tres infelices que eran sus compañeros, si hablamos del caso que mencionamos. Te impacta tanto que una persona en la que confiabas, un compañero de trabajo, un pretendiente, sucede y no terminas de entender, dependiendo de la dimensión de la violación.

La víctima tiene vergüenza, no sabe qué ocurrió. En los medios ya se la está culpabilizando. Ese es el temor de las víctimas, porque se minimiza la violencia sexual contra la mujer en pleno siglo XXI.

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Dicen que hubo algunas cámaras que captaron, pero sería lamentable exponer la vida de esta joven. Ella aparece en público, es comentada... Ya ha habido casos donde se las acusa más, donde se las denigra. Son las razones por las que no quieren hablar: están sorprendidas, no entienden lo que pasó, tienen temor de no ser creídas, de no ser apoyadas. Hay muchas veces en que denuncian luego porque la angustia es tal que ya no pueden, encuentran un mecanismo de apoyo. Las consecuencias pueden ser terribles, hay jóvenes que se suicidan.

Sobre los efectos que no se notan a simple vista tras una violación...

Una violación es un acto brutal no solo en el cuerpo, sino también en la dimensión simbólica y subjetiva de la feminidad de una mujer, en su historia. También ocurren en diferentes edades, y las niñas a veces no tienen plena consciencia de lo que pasa con sus cuerpos y lo que les hicieron porque son más pequeñas.

No es un ‘ayayay’ en los genitales femeninos, es una irrupción total en su condición femenina, en su subjetividad, que pone a las mujeres en público. Incluso conozco casos en que esto las hace más vulnerables en episodios sucesivos de violencia sexual, son víctimas de nuevas agresiones.

¿Cómo permea el pacto patriarcal en la sociedad?

La cultura patriarcal se irradia día a día en la familia, a través de la televisión, de los medios. Las ciencias sociales reconocen que hay un pacto patriarcal que está cruzado con una economía que concentra la riqueza en muy pocas personas y que tiene muchas personas pobres. No es casual que hombres jóvenes, pobres, racializados estén en este contexto delincuencial. Los ejércitos de las mafias viven en la (isla) Trinitaria (en el sur de Guayaquil), por ejemplo, pero los grandes capos son los que los están sacando de la isla Mocolí (en Samborondón).

Si pensamos en estos jóvenes menores de 25 años que no tienen educación ni salud, ausencia paterna, que de repente les ofrecen una moto, dinero, tienes poder en el barrio y puedes violar a tus vecinas, es importante. De repente tienes prestigio, eres más macho, más hombre, a pesar de que muchos de ellos se van a morir en cinco años. Es este imaginario de que ser hombre es ser rudo, es tener mujeres, es tener mucho sexo, tener dinero fácil.

Del otro lado, niñas sin proyectos de vida por la precariedad en la que viven y por la cultura de mujeres sumisas y maltratadas, también su ideal es ser parejas de los miembros de las bandas, porque les garantiza poder en la comunidad.

(La violencia sexual) es un tema del que no se habla. Está en el día a día, lo vemos en las películas, en las fiestas, pero no hay el espacio para procesar y dialogar. Ese debería ser la escuela, el colegio, la universidad. (I)