Ambato

En marzo de este año hubo 5.951 ecuatorianos detenidos, expulsados y deportados en su intento de llegar a Estados Unidos mientras que en abril la cifra aumentó considerablemente a 16.023, según la Organización 1800 Migrante y las estadísticas del Departamento de Protección de Fronteras de los Estados Unidos.

Esta última cifra comparada con la de abril del año anterior (6.497 ecuatorianos detenidos, expulsados y deportados) representa un aumento de más del 200 % de un año al otro, remarcó la organización.

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“Llegar a los Estados Unidos es una travesía muy difícil y bastante peligrosa, se tienen que hacer agotadoras caminatas por selva y desierto. Se corre el riesgo de ser secuestrados por grupos delincuenciales que operan en muchas partes del trayecto”, manifestó una mujer que pidió el anonimato y que desde una parroquia del norte de Ambato decidió emigrar junto con su hija, hace seis meses.

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Sin contener el llanto recordó todo lo que tuvieron que pasar antes de llegar a Estados Unidos, travesía que la hicieron sin coyoteros. La mujer dijo que aspira a pagar la deuda de cerca de $ 5.000 que tiene y hacerse un pequeño capital para regresar a finales de este año.

Ella confesó que para alguien de más de 50 años, como su caso, el viaje tiene mayores complicaciones porque no puede seguir al ritmo de los jóvenes. Contó que hay miles de personas en el trayecto, por esa razón considera que en los Estados Unidos también se hace difícil conseguir rápido un trabajo, que mientras tanto se tiene que vivir de la caridad.

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Según Alonso Díaz, presidente del Gobierno Parroquial de Pasa, una clara muestra de la emigración fue que en la consulta popular del 21 de abril de este año, de los 7.000 sufragantes que había en esta ocasión no llegaron a los 5.000.

El funcionario añadió que a raíz de la pandemia del COVID-19 hubo más gente que decidió emigrar especialmente a los Estados Unidos, pero también a las ciudades más grandes del país. Aunque confesó que en los últimos meses en algo disminuyó la migración.

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“En la parroquia hemos quedado solo gente mayor porque los que tienen entre 18 y 35 años se fueron, pero ahora van por sus propios medios porque así dicen que gastan entre $ 4.000 y $ 5.000, porque con coyoteros para llegar las familias a los Estados Unidos necesitan desde $ 17.000 hasta los $ 20.000″, expresó él.

Menos cultivos

“En el 2020 en la comunidad de Tiliví, parroquia Pasa, éramos alrededor de 1.300 habitantes, pero de ese número, la mayoría, especialmente los jóvenes entre los 20 y los 25 años de edad, migró no solo al exterior, sino a otras partes del país”, ratificó Agustín Chango, vocal de la Junta Parroquial.

Tanto él como Alonso Díaz coinciden en señalar que uno de los factores para migrar es que la agricultura, a la que se dedica la población de las comunidades de Pasa, no tiene la rentabilidad como para vivir. Labores en las que se ve a gente de la tercera edad “que hace un randy randy” (presta manos) para hacer lo que pueda porque no avanza a cultivar grandes extensiones.

Contaron que para evitar que siga saliendo la gente se trabaja en proyectos comunitarios como emprendimientos turísticos para aprovechar los atractivos que existen, como la iglesia patrimonial, museo arqueológico, casas patrimoniales, laguna en Tiliví, productores de camisas y artesanías.

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Amable Chaluis, presidente de la Junta Parroquial de Santa Rosa y de los gobiernos parroquiales de Tungurahua, comentó que a raíz de la pandemia la población de la ruralidad sale especialmente a los Estados Unidos.

Antes era gente de parroquias como Pasa, San Fernando y Quisapincha, pero últimamente también lo hacen desde Pilahuín, Juan Benigno Vela y Santa Rosa de manera bastante significativa.

Sostuvo que es gente joven de entre 19 y 30 años la que más sale, aunque dijo que hay casos en los que deciden migrar personas mayores a los 40 años, que en ocasiones se va toda la familia y en otros, los padres dejando a los hijos al cuidado de un familiar cercano.

Quien va a salir del país hace contacto con personas conocidas que están en los Estados Unidos y toma la decisión de irse. De Santa Rosa siguen saliendo de las comunidades indígenas, como Angahuana, Misquillí, Apatug o Cuatro Esquinas, haciendo préstamos de $ 10.000, $ 15.000 o $ 20.000.

“Nuestra preocupación es bastante fuerte porque nuestros territorios se están quedando abandonados, sin población joven. Tal vez de aquí a unos diez o quince años vamos a hablar de una ruralidad con gente longeva”, anticipó Chaluis.

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Argumentó que por esa razón desde los gobiernos parroquiales rurales se impulsan actividades productivas para generar, por ejemplo, turismo comunitario y emprendimientos de economía familiar que ayuden a evitar más la migración, porque los sectores se quedan sin mano de obra.

Muy notorio

“Lamentablemente en algunas parroquias y comunidades, la migración es preocupante porque es muy notoria. Se van porque no han encontrado trabajo, por el sobreendeudamiento de las familias que ven que con los trabajos que tienen no van a poder pagar los préstamos grandes que hicieron antes de la pandemia”, refirió Rodrigo Llambo, gerente de la cooperativa de ahorro y crédito Chibuleo y presidente de la Unión de Cooperativas de la Sierra Centro.

Señaló que hay quienes teniendo trabajo en el país migran porque desean obtener bienes en corto tiempo, también los que tienen conocidos en el exterior y ven que les va bien en lo económico. Hay gente de las comunidades que tienen experiencia de cómo salir, qué rutas tomar y son los que ayudan para que hagan el viaje.

Aseguró que alrededor de 60 personas con puestos estables y una buena remuneración en la cooperativa, además profesionales con títulos de tercer nivel, migraron por buscar mejor futuro para su familia o porque creen tener mejores oportunidades allá.

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Contó que un fenómeno que se evidencia en las cooperativas es que solicitan los créditos diciendo que se van a poner un emprendimiento o como capital de trabajo, pero que en realidad los utilizan para migrar. “Hay mayor demanda de los préstamos porque ahora dicen que necesitan entre $ 3.000 y $ 5.000 para ir a los Estados Unidos”, comentó.

Los que logran llegar a su meta se atrasan entre tres y seis meses para hacer sus abonos a los créditos. Pero la situación es más compleja de quienes no logran llegar, por eso hay mucha gente que intenta migrar por dos y hasta tres veces, por esa razón los asesores de créditos siempre están pendientes de que se cumplan los pagos.

Llambo manifestó que por la baja rentabilidad en la agricultura desde hace poco más de diez años la gente no quiere trabajar en el campo, pero que la situación empeora porque los jóvenes son los que más migran y labrar la tierra está en manos de personas de la tercera edad.

Ojalá se piense en proyectos para industrializar la producción agrícola para la exportación e incentivar el trabajo en el campo, argumentó. (I)