Ambato

El barrio San Jacinto La Playa está ubicado en la parroquia Izamba, en el norte de Ambato. Al sector se ingresa por un camino en pésimas condiciones, polvoriento. Carlos, un morador del barrio, indica que pese a los ofrecimientos, el asfaltado no llega.

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Servicios como el agua potable lo tienen por las mingas que hacen los habitantes del barrio, que en su gran mayoría se dedican a la agricultura.

En San Jacinto La Playa las casas se encuentran construidas en su mayoría con bloque y zinc, aunque también hay algunas con losa. Las chancheras o cuyeras son parte del sustento de las familias.

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Maricela, una mujer de 32 años que vive junto con sus dos pequeñas hijas de 5 y 2,5 años, cuenta que las cosas iban bien con el trabajo en la agricultura y la crianza de cuyes hasta cuando llegó la emergencia sanitaria.

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La pandemia del COVID y el paro indígena afectaron su economía. Las ventas cayeron y no pudieron cubrir las cuotas mensuales para el pago de los $ 40.000 que se endeudaron para la producción.

“Las deudas nos ahogaban, por esa razón mi esposo (36) decidió salir el 18 de noviembre del año anterior hacia los Estados Unidos con el pago a un coyotero. No fue fácil porque tenía miedo, porque dicen que hay amenazas, secuestros y asesinatos”, dice la mujer.

El coyotero les cobró $ 12.000. Para no hacerse de más deudas vendieron un terreno que tenían y prestaron alrededor de $ 4.000, porque en el transcurso del viaje tuvieron que “pagar algunos extras”.

El esposo de Maricela en uno de los cientos de ecuatorianos que han salido del país a Estados Unidos. Esta nueva salida de ecuatorianos, que algunos catalogan como una nueva ola migratoria, está en el radar de las autoridades estadounidenses, que han advertido que los migrantes que intenten llegar de manera irregular a su territorio serán deportados.

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Maricela cuenta que su pareja salió en avión de Quito a Panamá. Luego pasó por Costa Rica, Nicaragua y México. El periplo lo hizo con varias personas.

“Iban amontonados, algunos con niños, que se asfixiaban por el calor que hacía. No tenían ni comida ni agua, porque para que no les cojan no habían sabido parar para nada por 48 horas”, sostiene la mujer.

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Maricela cuenta que cuando habían llegado a migración en México para pasar a los Estados Unidos, su esposo había padecido bastante porque no comió por tres días y le quitaron todo lo que llevaba.

“Desde aquí tuve que pagar $ 1.500 adicionales a una señora en los EE. UU. que había sido conocida de mi cuñado, para que él pudiera decir en migración que va a llegar donde ella, solo así pudo pasar”, relata la mujer.

Ella aspira a que en tres años se logre pagar todas las deudas. Su esposo, con la ayuda de un vecino de San Jacinto La Playa, trabaja en el acabado de casas.

Dice que le duele que la familia se haya separado, ante lo cual pide a las autoridades que ayuden a los que trabajan en la agricultura para que haya precios fijos y lugares fijos en donde puedan comercializar sus productos con utilidades.

Luego de su esposo se fue una tía. Ella salió el 13 de enero de este año. Decidió viajar porque igual trabajaba en la agricultura y la crianza de cuyes, que ya no era rentable. Se fue con el mismo coyotero que contrató su esposo, que le cobra $ 12.500.

Comenta que desde hace tres semanas ella se entregó a migración en México y no saben nada de lo que le ha pasado. “Lo que nos dice el coyotero es que tenemos que ser pacientes, pero que sí va a pasar”, indica. (I)

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