Leonardo Cedeño, un artista hiperrealista oriundo de Balzar, provincia de Guayas, ha dedicado gran parte de su vida a plasmar en sus obras la realidad y, en especial, temas religiosos que lo han acompañado a lo largo de su carrera.
A sus 49 años, Cedeño expuso algunas de sus obras más representativas en el marco del 53.° Congreso Eucarístico Internacional, que se desarrolla en Quito desde el 8 hasta este domingo 15 de septiembre.
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Este evento de relevancia mundial no solo es un espacio para la reflexión religiosa, sino también un escenario para artistas como Cedeño, que encontró en la fe una fuente de inspiración.
Graduado en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Central, en 1997, el hombre ha desarrollado una carrera en el arte hiperrealista, una corriente que busca capturar la realidad con la mayor precisión posible.
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Sin embargo, su inclinación hacia el arte religioso no es casual. En sus propias palabras, este estilo de arte tiene una profunda conexión con su vida personal y espiritual.
“Soy un pintor hiperrealista, me gusta pintar la realidad”, comenta Cedeño, mientras explica el simbolismo detrás de una de sus obras más recientes.
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Su exhibición en el congreso incluyó una interpretación de una obra del pintor barroco Pedro Pablo Rubens.
Sin embargo, el artista aportó su toque personal, incorporando elementos icónicos de Quito, como la figura de El Panecillo (la única Virgen con alas en el mundo), apenas visible en la oscuridad del fondo del cuadro.
“Es una interpretación de Rubens, pero le fui cambiando cosas que me gustaron”, explica el artista, destacando cómo adapta las influencias de grandes maestros en sus propios trabajos.
Además, Cedeño menciona que también ha interpretado obras de Oswaldo Guayasamín, a quien tuvo la oportunidad de conocer personalmente durante su etapa formativa. “Él fue mi maestro”, afirma, mostrando cómo algunas de las técnicas que utiliza, como el trabajo con espátula, reflejan esa influencia.
Sin embargo, lo que hace que el arte de Cedeño sea tan personal es su historia de vida, marcada por experiencias que lo han llevado a acercarse a lo espiritual. “Estoy vivo porque tengo alguna misión sobre la tierra”, dice con alegría.
Hace ocho años le fue diagnosticado un tumor en la hipófisis, lo que lo ha llevado a someterse a tres operaciones, la última de las cuales casi le costó la vida.
“Me estaba yendo de acá de la vida”, recuerda y explica cómo desarrolló meningitis y una infección que le afectó el cerebro y el sistema nervioso central.
A pesar de la gravedad de su condición, Cedeño se recuperó casi por completo, lo que atribuye a su fe y devoción.
“Soy devoto de Narcisa de Jesús y de la Virgen de Guadalupe”, dice, agradecido por no haber quedado con secuelas graves. Aunque admite que los ojos aún le fallan un poco, su destreza artística permanece intacta.
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La inclinación de Cedeño hacia el arte religioso no solo es una forma de agradecer por su recuperación, sino también una manera de expresar la realidad de la sociedad a través de su arte. “Interpreto y pinto la realidad de nuestra sociedad”, remarca.
Su devoción religiosa está reflejada en cada obra, desde un Cristo que domina la exposición hasta un pirograbado, técnica en la que quema la madera para representar figuras sagradas.
“Hago pirograbado en madera, interpreto obras religiosas, a Jesús y otras obras más”, refiere mientras las manos, que alguna vez estuvieron al borde de perder su función, siguen creando con precisión y pasión.
La muestra de Cedeño en el congreso no se limita al arte religioso. Una de sus obras más destacadas es la representación del migrante, un tema que también ha capturado su atención y al cual le ha dado un profundo significado.
“El migrante que yo pinto es un viejito que se queda atrás mientras los otros se van”, describe. En esta pieza, el volcán Chimborazo se erige en el fondo, simbolizando la cúspide de los sueños de aquellos que buscan salir y avanzar, pero también de los que, por diversas razones, se quedan.
“Puse el Chimborazo porque está más cerca del sol, y en nuestro legado indígena el cielo está más allá de lo que tenemos”, argumenta Cedeño.
El hiperrealismo de él no solo impresiona por su técnica, sino por la forma en que aborda temas universales y trascendentales.
A través de sus pinceladas, el artista de Balzar conecta a los espectadores con realidades espirituales y sociales, haciendo uso de una técnica que garantiza que sus obras perduren en el tiempo.
El cuadro de Cristo está valorado en $ 2.000. “Está hecho sobre lona, un material que puede durar veinte generaciones y seguir igual”, añade refiriéndose a la técnica del cinquecento, una enseñanza que adquirió durante su formación y que sigue aplicando en sus obras.
El 53.° Congreso Eucarístico Internacional en Quito reunió a miles de fieles de diversas partes del mundo, pertenecientes a 53 países.
La participación en la feria del congreso no solo le permitió exponer su obra a un público internacional, sino que también reafirmó su compromiso con el arte religioso.
Cedeño, quien ha superado grandes dificultades personales, continúa pintando con la misma pasión que lo ha caracterizado desde que se graduó en Bellas Artes hace más de dos décadas.
Hoy, sus cuadros son un testimonio de su fe, de su técnica y de su capacidad para interpretar la realidad con una sensibilidad única, que toca tanto el alma como la vista de quienes los contemplan. (I)