El aroma de café y el sonido del agua corriendo por una pequeña gruta construida en honor a la Churonita, la Virgen del Cisne, dan la bienvenida a los visitantes.

Es un pedacito de Loja que se encuentra en Quito y que ofrece su gastronomía y amabilidad, como la que suelen atender los lojanos a sus clientes.

Es una casa que se ha ganado el aprecio y fidelidad de los paladares más exigentes, a este lugar llegan quiteños, lojanos y de otros sectores de Ecuador.

Publicidad

Desde hace trece años, la Casa de la humita y el tamal lojano se ubica en la esquina de las calles Selva Alegre y Gualberto Arcos, en el centro norte de Quito.

Sin embargo, la historia se inició 23 años atrás, en un pueblo del sur ecuatoriano y con un sueño de superación.

Óscar Leiva nació en la ciudad de Alamor, perteneciente al cantón Puyango, de la provincia de Loja. El ecuatoriano decidió viajar desde el extremo sur del país, hasta Quito en busca de un futuro más próspero.

Publicidad

‘Con esto he educado a mis hijas, esto ha sido mi vida desde que vine de mi provincia’: Luis Quespaz, el vendedor de frutillas con crema del sur de Quito

En aquel tiempo salió de su casa pidiendo permiso a sus padres, con miedo a que no le aprueben la decisión de tomar un rumbo lejano. Para su sorpresa, aunque con tristeza, los progenitores aceptaron.

Desde ahí empezó la historia de superación, pero Óscar al llegar a la capital se dedicó a otros trabajos, lejanos a la venta de humitas. Primero fue guardia de seguridad, después trabajó lavando carros, luego pasó a despachador de gasolina. Ese fue su último empleo, un día no le pagaron y al mediodía decidió salir de ese lugar.

Publicidad

Cuando llegó a casa, se sentó junto a su esposa, Sara García, con quien a pesar de haberse separado años después, todavía mantienen una sociedad. Ahí pensaron en una lista de actividades que podían empezar, todas fueron descartadas, cuando de pronto, “¿por qué no hacemos humitas y vendemos?”, y esa fue la opción que ganó.

Tres miradores de Quito que muestran el rostro más fotogénico de la capital

Pero no tenían dinero, rompieron el “chanchito” (alcancía) con todos sus ahorros, con lo que recaudaron solo les alcanzó para comprar medio saco de choclos (ingrediente principal para hacer humitas), manteca, mantequilla y huevos, en el mercado de San Roque.

Todo el trabajo era a mano, molieron el choclo, amasaron y cocinaron. Óscar limpió un balde blanco que alguna vez contenía pintura. Le colocó un mantel y cuidadosamente ubicó una por una las humitas.

Aunque aceptó que las primeras no salieron como quería, no desmayó en su intento. El primer día salió con 30 unidades, luego de recorrer las calles de Quito por horas, había vendido diez, y las demás, sabía que no podía guardar, así que decidió regalar a la gente.

Publicidad

QUITO.- Humitas, tamales y quimbolitos se sirven en el restaurante La Casa de la Humita y el Tamal Lojano, en el norte de Quito. Foto: Alfredo Cárdenas.

Días después llegó a vender hasta quince diarias, pero su misión era no llegar con producto a la casa, seguía regalando, aunque el monto de inversión sí era recuperado.

Óscar llamaba constantemente a su madre para pedir consejos, pues no lograba conseguir el sabor de las humitas con las que creció en su tierra natal. Durante seis meses la dinámica era esa, vendía la mitad y regalaba el sobrante. Estuvo a punto de “soltar la toalla”, expresó.

Caminaba más de cinco horas, pero con el tiempo las humitas del lojano se empezaron a conocer y su demanda creció. En poco tiempo las 30 humitas se terminaban antes de lo esperado, hubo días que los clientes se quedaron con ganas de más, entonces necesitó de otro balde para transportar más unidades.

¿En dónde se encuentra el centro exacto de Quito? Un cálculo permitió conocer las coordenadas y marcó el barrio Itchimbía

La siguiente adquisición fue salir con un termo con café y vasos. Caminaba por las mecánicas, talleres y parques. Lo mejor era cuando llovía, se vendía más pronto, pues a los quiteños no les venía mal un buen café con humita para sobreponerse del frío de la capital.

“En el parque Italia me paraba y cuando ya se hacía cola de gente, alzaba la tapa del balde y olía riquísimo. La gente regresaba a ver y yo gritaba ¡humitas, humitas! Además, los ecuatorianos somos noveleros, decían serán ricas o feas (…) yo les regalaba, les insistía para que se llevaran la huma, algunos no se comían ahí”, enfatizó entre suspiros.

Poco tiempo después inauguró su primer local, dentro de un garaje, ubicado en las avenidas Domingo Espinar y La Gasca. Ahí vendían tripa mishqui, e incorporaron tamales, humitas y quimbolitos.

Desde ahí no se detuvieron, cambiaron al local que se ubicaba a una cuadra de la actual casa, y con la fidelidad de sus clientes crecieron hasta establecer el local en toda una casa, en la Casa de las humitas y tamales lojanos.

QUITO.- Desayuno lojano, un plato que se sirve en el restaurante La casa de la humita y el tamal lojano, en el norte de Quito. Foto: Alfredo Cárdenas.

En este lugar llevan trece años, depende de la concurrencia de sus clientes, pero diariamente llegan a vender desde 1.500 hasta 3.000 humitas. Aunque señaló que tienen la capacidad para hacer hasta 10.000 diarias.

Actualmente cuentan con el local matriz y otro ubicado en la avenida Tomás de Berlanga, también están analizando inaugurar uno en Llano Grande. La atención es de domingo a domingo de 08:00 a 20:00, con un menú de más de 60 opciones, entre desayunos, almuerzos y platos especiales, capaces de saciar el hambre más exigente.

Casas centenarias que se convirtieron en hoteles de lujo en el Centro Histórico de Quito; los secretos y las historias de cuatro de estos inmuebles

Óscar es agradecido con Dios por darle la fuerza para trabajar por más de 20 años de 02:00 a 22:00. Ese ha sido la clave de su éxito, comentó. Sus tres primeros hijos ya se han graduado, entre una sonrisa, recalcó que “un balde de humas sirvió para tener a mis hijos con estudio, esta es la gallinita de oro, pero hay que trabajar muy fuerte, ser constante, perseverante y agradecido con Dios”. (I)