Marzo, abril y una parte de mayo del 2020 fueron los más críticos y duros al inicio de la pandemia en Ecuador para poblaciones como Guayaquil y sus alrededores. El coronavirus prácticamente no tenía compasión. Se había instalado y regado de forma silenciosa y masiva que produjo una especie de explosión en cadena que no dio tiempo a correr, a salvarse, a prepararse. Solo se replicaba y familias completas, barrios, cuadras de ciudadelas y urbanizaciones estaban afectados. Unas incluso vivían un confinamiento más estricto, donde nadie podía salir ni siquiera para comprar alimentos, pues tenían uniformados custodiando el cumplimiento de las medidas impuestas en ciudadelas y barrios tras la detección de contagios en varias casas de vecinos.