No importa si darles clases a sus alumnos les emplee todo un día de labores o recorrer por varias horas, con tal de llegar a las casas de los estudiantes que no tienen acceso a internet y que viven en lugares alejados y rurales de Manabí.
Fernanda García Pinargote visita tres veces a la semana a sus 23 estudiantes de la escuela general básica Antonio José de Sucre, ubicada en la comunidad Caña Grande de la parroquia Quiroga del cantón Bolívar, al norte de Manabí.
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Viajar desde Calceta, donde vive García, a la comunidad Caña Grande le emplea en promedio más de dos horas de viaje en su motocicleta, debido a que debe dirigirse hasta la gabarra en la represa La Esperanza, para luego descender del transporte fluvial y surcar vías de tercer orden para buscar a sus estudiantes.
En algunos tramos, García camina para llegar a las viviendas de sus estudiantes y así hablar con ellos, tomando todas las medidas de seguridad para evitar contagios del COVID-19, virus que generó la ausencia presencial a planteles en el país.
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“Simplemente hago lo que me gusta, es mi vocación y pasión, pero esto va más allá de ver esas sonrisas en los niños porque dependen de nosotros, sus docentes, para seguir adelante”, señaló con firmeza García, quien asume los costos de gasolina de su motocicleta y el pago de la gabarra para llegar a una comunidad como Caña Grande, donde la tecnología es desconocida casi en su totalidad.
Sandra Morales, una de las madres de familia de la escuela general básica Antonio José de Sucre, conoce del empeño de García para que sus estudiantes reciban una cartilla y también las instrucciones.
Problemas de conectividad siguen para alumnos que inician clases en áreas rurales de Manabí
Esa paciencia de García también la promueve otro maestro. Nexar Cedeño de La Cruz, de 56 años, dos veces a la semana recorre decenas de kilómetros en su vehículo para salir temprano en la mañana de su casa en Portoviejo y asistir hasta la unidad educativa del sitio La Victoria, de la parroquia San Plácido, localidad perteneciente a la capital manabita.
Desde el inicio de la pandemia, ya hace casi 18 meses, decidió dedicarles dos días íntegros a sus 22 estudiantes. “Los docentes somos así, nos engreímos con nuestros niños, incluso me han propuesto ir a trabajar más cerca, pero me gusta estar aquí, ayudando a mis alumnos, porque no existe conectividad a internet”, señaló Cedeño.
La laboriosidad de Cedeño es reconocida por los padres de familia del sitio La Victoria, quienes están recolectando firmas para solicitar un retorno progresivo, voluntario y seguro a las aulas.
Lina Vélez, madre de familia de ese sector, mencionó que hay un acuerdo común con el objetivo de seguir fortaleciendo el aprendizaje de sus hijos y sobre todo que no olviden esos espacios de convivencia que tanta falta les hace. (I)