El diputado ultraderechista y excapitán del Ejército Jair Bolsonaro oficializó su candidatura presidencial, con las encuestas sonriéndole para las inciertas elecciones de octubre.

Su figura pone los pelos de punta a muchos brasileños. Con proclamas misóginas y homofóbicas y una asumida nostalgia de la dictadura militar, Bolsonaro ha logrado convertirse en uno de los candidatos favoritos a las presidenciales.

Sus detractores lo acusan de agravar la fuerte polarización del país. Pero sus partidarios lo consideran el salvador.

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Ha manejado con astucia las redes sociales y sus apariciones mediáticas salpicadas de frases provocadoras. Bolsonaro no se ha visto salpicado por la avalancha de escándalos de corrupción. “Es la luz al final del túnel. Es el único candidato que representa al pueblo brasileño para desembarazarnos de la corrupción”, dijo Agnes Plocharski, de 47 años.

El político araña el 20% de la intención de voto si se confirma la ausencia del expresidente Inácio Lula da Silva. Aunque los sondeos no pronostican su victoria en una segunda ronda.

Con el clásico discurso de la derecha radical de que “todo está podrido”, Bolsonaro quiere ser visto como un político diferente. A menudo se lo compara con el presidente de EE.UU., Donald Trump.

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Como parlamentario, se ha destacado más por una retórica inflamada y sus exabruptos que por los proyectos de ley que logró aprobar: dos en 27 años.

En 2014, Bolsonaro le dijo a la diputada de izquierda Maria do Rosario, que lo acusaba de incentivar las violaciones, que “no merecería ser violada porque es muy mala, muy fea”.

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Bolsonaro tiene garantizados más votos hoy que ningún otro candidato, a excepción de Lula, cuya candidatura será probablemente invalidada.

A la espera de que se verifique la solidez de los sondeos, el ‘fenómeno’ Bolsonaro mantiene en vilo a Brasil, después de la experiencia de Trump en Estados Unidos. (I)