Faltaban cinco minutos para las 10:00 cuando en medio de una mañana gris, en la que corría un viento helado, aterrizó en el aeropuerto Mariscal Sucre el avión 1032 de la Fuerza Aérea Ecuatoriana que traía desde Cali, Colombia, los restos de Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra, asesinados en marzo por disidentes de las FARC.