A Valentín Imba Cuzco le llegó el apuro. Subió a la tarima y de prisa se dirigió a la mesa central del sonido. Por favor, este corte, decía. Ya está, le contestaban. Pero él insistía en escuchar la pista con la cual debía cantar en cuestión de minutos. Por los altoparlantes se mencionó su actuación y comenzó a sudar. Y frente al público, ya como Valentino, su nombre artístico, se puso a cantar y los nervios se desvanecieron.