Su primer acercamiento con el narcotráfico fue en un barrio de clase media alta de Medellín. Ahí conoció a John Jairo Arias Tascón, alias Pinina, quien trabajaba para el capo de las drogas, el colombiano Pablo Escobar. Había abandonado las escuelas de suboficiales de la Policía en Bogotá y de la Armada en Barranquilla. Quería cumplir su sueño de niño de ser uniformado, pero se desencantó.
Un día acompañó a un amigo a la hacienda Nápoles, una extensa propiedad del jefe de los narcos. “Vi armas, mujeres bellas y animales exóticos y pensé: esto es lo mío”. Desde ese momento John Jairo Velásquez Vásquez quedó cautivado.
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En una entrevista concedida a la revista Don Juan en el 2009 desde la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, en Boyacá, señala que cuando conoció a Escobar le pareció ver a un dios. Tenía 18 años cuando se propuso estar cerca del líder del Cartel de Medellín. Fue conductor de la organización y luego parte de la banda de sicarios. Era conocido como Popeye por su parecido –según él– con el personaje de tiras cómicas.
Empezó a cometer asesinatos por contrato junto con su amigo Pinina (asesinado en 1990). Después trabajó solo hasta convertirse en el jefe de los sicarios del Cartel de Medellín. Silenció a magistrados, políticos, periodistas, jefes policiales, civiles y a su mejor amigo.
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En entrevistas concedidas a varios medios de comunicación ha afirmado, con frialdad, haber acabado con la vida de cerca de 300 personas y planificado unas 3 mil muertes. No es un número exacto porque dice: “Eso de contar muertos es de sicópatas”. La más dolorosa, lo ha repetido, fue la muerte de su novia Wendy Chavarriaga, por orden del patrón (Escobar). Era informante de una unidad de operaciones especiales creada por la Policía de Colombia para dar con el jefe. Antes de ser su novia fue amante de Escobar de quien quería vengarse porque él la hizo abortar a un hijo.
La semana pasada Popeye volvió a ser noticia en Colombia. El juez Primero de Ejecución de Penas de Tunja, Yesid Rodríguez, le concedió la libertad condicional luego de 22 años preso. Nunca fue capturado.
La primera vez que se entregó fue junto con su patrón en la cárcel de La Catedral, levantada por el mismo Escobar en un acuerdo con el gobierno a cambio de no extraditarlo. Estuvieron 13 meses (1991-1992) y se fugaron. “Era una parodia de cárcel”, cuenta el exsicario en una entrevista en el 2013 a la revista Bocas de diario El Tiempo.
Popeye se entregó, por segunda vez, a la justicia el 9 de octubre de 1992 y fue enviado a la cárcel de Itaguí, en donde estuvo hasta el 2002, año en que fue trasladado a la cárcel de Cómbita. Desde ahí salió la noche del martes 26 de agosto. Un fuerte dispositivo policial despistó a los periodistas. Diario El Tiempo informó que salió sin escoltas en un auto con las luces apagadas por otra puerta.
La polémica en Colombia surge porque solo ha cumplido las tres quintas partes de dos condenas: una por narcotráfico (2008) y otra por terrorismo, concierto para delinquir y homicidio (1992), por el crimen del político Luis Carlos Galán el 18 de agosto de 1989 en un mitin en Soacha.
En prisión, estudió y obtuvo 14 diplomas, entre ellos uno que lo acredita como recuperador ambiental certificado por el Servicio Nacional de Aprendizaje, escuela de oficios.
Velásquez es un protegido del estado colombiano. Su colaboración con la justicia le dio un punto a su favor. En la última década fue testigo en los procesos más importantes como el del crimen de Galán. Su testimonio fue clave en el 2005 para condenar al exministro Alberto Santofimio por el asesinato de este político por el que también fue condenado Velásquez a 30 años de cárcel.
A Popeye se lo acusa de haber planificado la explosión en pleno vuelo de un avión de Avianca en 1989. Murieron 110 personas. El cartel de Medellín dio la orden de volarlo porque creía que viajaba César Gaviria (1990-1994), sucesor de Galán, para frustrar su llegada al poder e impedir la extradición de los capos a EE.UU. También encabezó el secuestro y posterior asesinato del procurador Carlos Mauro Hoyos, en 1988. Ese mismo año tuvo secuestrado una semana al expresidente Andrés Pastrana (1998-2002).
En La Catedral, por orden de Escobar, asesinaron a Fernando Galeano Berrio, alias El Negro, y Gerardo Moncada, alias Kiko. El patrón los acusó de traición y de robar al cartel. Como no podían sacar los cuerpos fueron incinerados y descuartizados.
Según Velásquez, para cremar los cuerpos le indicaron al Ejército y al director del penal que iban a hacer una fogata en la noche. “Para que no se sintiera el olor de los cuerpos quemándose –y por si al Ejército le daba por inspeccionar–, al lado de la fogata hicimos un asado. El olor de la carne asada se camufló con el de los cadáveres rostizados...”. “Lo que quedó lo desmenuzamos con un martillo y lo deshicimos en ácido”, declaró en el 2013 a Bocas.
Su largo historial delictivo lo ha narrado en más de una ocasión desde su celda, donde tenía vigilancia las 24 horas y estaba apartado del resto de reos. El martes pasado, en una carta entregada a los periodistas que aguardaban su salida, señala que es “hombre totalmente nuevo” que cambió sus “antivalores por valores” y hasta pidió perdón a Dios y a quienes causó daño. “No sé qué voy a hacer con tanta libertad”, dijo Velásquez, de 52 años, antes de abandonar la cárcel de Cómbita. Nunca se arrepintió de nada, pero dice que eso quedó atrás. En la cárcel –señala– cambió su forma de pensar, hablar y de obrar.
En una sociedad como esta, para mejorarla, no podemos tener figuras como Popeye sino como James Rodríguez, Falcao y Nairo Quintana”.John Jairo Velásquez Popeye