El hambre y la ansiedad muchas veces se confunden entre sí. Y es que esa sensación de querer comer no siempre viene del estómago; con frecuencia, puede ser un llamado emocional disfrazado.
La psicóloga y dietista Mireia Hurtado explica, a través de su sitio web, que el hambre emocional es esa urgencia de comer que surge no para nutrir el cuerpo, sino para calmar esos sentimientos incómodos que a veces no se saben manejar.
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Por su parte, el portal Cigna señala las claras diferencias entre el hambre, la saciedad y el apetito.
La saciedad es la sensación de estar satisfecho cuando el estómago le avisa al cerebro que ya está lleno, lo que generalmente lleva a dejar de comer por un rato.
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Por otro lado, el apetito es el deseo de comer, que puede surgir tras ver o oler comida, a veces incluso cuando ya la persona se siente llena.
Finalmente, el hambre es la necesidad de comer, que se manifiesta cuando el estómago está vacío y puede provocar ruidos, retortijones o incluso mal humor en algunas personas.
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¿Cómo distinguir el hambre de la ansiedad?
La dietista Mireia Hurtado menciona algunas claves que pueden ayudar a diferenciar ambos tipos de hambre.
1. Saber dónde se siente
El hambre física suele manifestarse en el estómago con ruidos o una sensación de vacío, además de cansancio o dificultad para concentrarse. Por el contrario, el hambre emocional no suele despertar esos rugidos.
2. El tipo de alimento que provoca
Cuando una persona tiene hambre física están dispuestos a comer cualquier cosa saludable. Pero si es emocional, seguro que solo piensan en ese snack cargado de azúcar o sal. Esa necesidad específica de algo “rico” es una buena señal de alerta.
3. El tiempo desde la última comida
Si la persona acaba de comer hace poco y aún siente la urgencia de picar, lo más probable es que no sea hambre física.
¿Qué hacer cuando esos antojos aparecen?
Hurtado recomienda tomarse un momento para relajarse. Pueden hacer una pequeña meditación, darse un masaje en las manos o disfrutar de una infusión. Y antes de lanzarse a lo que sea, lo mejor es tomar un momento para respirar profundamente. Si el estómago está tranquilo, conviene preguntarse si realmente es necesario comer.
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También se puede hacer un pequeño repaso del día y detectar esos momentos en que ambos tipos de hambre suelen surgir.
Otra solución es poner atención al abdomen y hacerse las preguntas correctas sobre si realmente es hambre o solo ganas de masticar algo. Conocerse bien puede ser la solución para llevar una relación más saludable con la comida.
(I)
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