El miedo a la inserción de la tecnología está presente y ha existido desde siempre, afirma Claudia Tobar, directora de Innovación y Vinculación de la Universidad San Francisco de Quito. “Desde que hubo la calculadora y todos pensaban que ahora los jóvenes iban a dejar de pensar”, resume sobre la resistencia de ciertos educadores a implementar los avances tecnológicos en el aula de clases.

La historia, dice, ahora se repite con Chat GPT, el sistema de chat que tiene como base el lenguaje desarrollado por OpenAI y que desde su aparición en noviembre del 2022 ha levantado alarmas en instituciones educativas a nivel mundial.

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“La preocupación es la misma, y las razones o justificación a ese temor son los mismos”, continúa Tobar. “A nuestro cerebro le gusta tener el control y saber que nosotros podemos anticiparnos a lo que va a pasar; por eso nos afectó la pandemia a distintos niveles”, recuerda.

Las posibles aplicaciones de Chat GPT siguen siendo exploradas.

Así, la presencia del Chat GPT reaviva en ciertos educadores la sensación de haber perdido el control sobre sus estudiantes y sus métodos utilizados. “Nosotros no hemos utilizado este recurso antes, y eso nos pone en una posición de desventaja. Ya sabíamos enseñar de cierta forma y conocíamos nuestras capacidades en ese entorno para ser exitosos”, precisa la educadora. “Pero ahora estamos proponiendo a los profesores que salgamos de esa famosa zona de confort y nos expongamos al hecho de que tal vez no somos tan buenos o que tal vez los estudiantes están aprendiendo mejor solos, sin nosotros, y entonces tenemos que volver a entender y analizar para qué realmente estamos aquí los maestros”.

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Para Tobar, el hecho de que por primera vez Ecuador esté siendo impactado al mismo tiempo que el resto del mundo por la inteligencia artificial es una oportunidad valiosa que podría cambiar para siempre el actual modelo educativo.

La autoevaluación del docente sobre su rol en el aula es vital para adaptarse a las nuevas demandas.

“Cambia las reglas del juego. La educación tradicional ha estado enfocada en enseñarles a los estudiantes a dar las respuestas, a aprenderlas y memorizarlas. Con suerte, algunos profesores te enseñaban a aplicar las respuestas (…). Pero ahora el más inteligente no es quien da la respuesta, sino quien sabe hacer las preguntas, porque las respuestas ya están dadas, tanto por Google o por Chat GPT, que está sacando conclusiones y asociaciones en función de la información que puede recolectar”, detalla.

“Entonces, ya no tengo que enseñarles a dar respuestas, sino a cultivar su curiosidad y a hacer buenas preguntas. (...) Tenemos la oportunidad de repensar cómo son nuestras clases y cómo incorporamos la inteligencia artificial en sus aulas en lugar de crear mecanismos para evitar que los estudiantes la usen”, subraya Tobar, quien desde antes de la pandemia estaba a favor de la construcción de experiencias de aprendizaje en las aulas para que, con toda la información disponible, los estudiantes cuestionen y construyan nuevas oportunidades para su desarrollo.

Los maestros pueden apostar por incorporar la IA como parte de su ecosistema de aprendizaje.

Por eso, Tobar invita a que los docentes dejen de enfocarse en cómo evitar el plagio (uno de los temores más extendidos tras la aparición del Chat GPT) y que, en su lugar, investiguen sobre las posibles ventajas. “Deberíamos más bien atacar el cómo utilizamos esta tecnología que ahora está disponible a nuestro favor y puede más bien ayudarles a los estudiantes a robustecer la posibilidad de creación y de uso de datos”, dice. “El Chat GPT nos invita a identificar cuáles son estos patrones de conocimiento que se van creando y cómo puedo preguntarle a la inteligencia artificial cosas y qué significa esa información que me está dando y cuál es el rol que juego como receptor de esa información y cómo sigo creando preguntas alrededor de eso”.

En la Universidad San Francisco de Quito, su academia SHIFT, fundada en 2018, se ha convertido en el centro de conversaciones sobre la inteligencia artificial, así como otras innovaciones, incluyendo la capacitación durante la pandemia a su cuerpo docente en el modelo Blended Flexible Learning.

Esta es solo una tecnología más, que sí suena dramática, pero no es más dramática que lo que fue el mismo acceso a internet en su momento”, advierte. “Es una tecnología poderosa, sí, porque así son las tecnologías exponenciales, pero no debería preocuparnos, sino motivarnos”.

La ética estudiantil y formación transversal

Más allá de la prohibición, Tobar alienta a los docentes a que motiven a sus estudiantes a utilizar y reflexionar sobre las respuestas de Chat GPT, siempre que se lo cite como fuente, al igual que se haría con cualquier otro contenido en línea. “Lo que he hecho en mis clases es incentivar que los estudiantes lo usen en el deber: ‘Vayan; quiero que primero le pregunten a Chat GPT y después hagan ustedes la tarea’. Eso sube el estándar también de reflexión, e incluso podría ser un camino para subir el nivel de rendimiento académico de los estudiantes”.

Entre las ventajas de la IA está el conseguir un aprendizaje personalizado.

Dolores Zambrano, coordinadora de la maestría en Tecnología e Innovación Educativa de la Universidad Casa Grande, coincide en la necesidad de una ética aplicada al uso de los textos o contenidos generados por inteligencia artificial en el mundo educativo.

“La inteligencia artificial también demanda desafíos éticos y sociales relacionados con su uso; y, a nivel mundial, se están tomando medidas como el desarrollo de marcos éticos que van a establecer principios y valores que deben ser respetados en el momento de crear a partir de la utilización de estos sistemas de inteligencia artificial”, comenta. “Ya hay, de hecho, marcos comunes a nivel internacional que deben ser adoptados dependiendo de la necesidad de cada institución educativa. Y, en ese aspecto, creo que es deber no solamente de la institución, sino del docente, identificar estos valores y responsabilidades éticas que deben regir dentro de un curso”.

Resulta esencial también conocer los marcos éticos para el uso de la Inteligencia Artificial.

Asimismo, la magíster considera que entre las ventajas de la implementación de la inteligencia artificial está la posibilidad de lograr un aprendizaje más personalizado y que los docentes adapten con eficacia su pénsum al ritmo de cada alumno. “Lograremos un aprendizaje adaptativo, es decir, que vaya más allá del contenido y que responda a la necesidad de aprendizaje de cada estudiante, y ajustar sus tareas a ese propósito”. De esa forma, el docente se convierte en quien dirige el Chat GPT y el eje del método de aprendizaje.

Y, más allá de temer por la desaparición futuro de uno u otro perfil académico, Casa Grande se preocupa hoy por incoporar este recurso de forma transversal en los estudiantes de todas sus carreras.

“Si bien es cierto que en el medio laboral las empresas operan y toman decisiones a partir de lo que surge en el mercado, como la IA, siempre se trata de reaprender por parte de quienes formamos parte de un determinado medio laboral”, explica. “Aquí lo estamos incorporando en su formación con el objetivo de que el perfil de ese estudiante sirva en el nuevo contexto laboral. De nada sirve que salgas de la universidad con un título si no tienes las competencias para incorporarte en el ámbito laboral. Más que miedo a quedarme sin trabajo, lo que debe provocar en mí es esa preocupación por capacitarme, desarrollar nuevas habilidades y apoyar esa inserción de la inteligencia artificial en mi área”.

Pero Zambrano considera que, al ser la IA una gran aprendiz de lo que sucede y existe en el mundo, aún exhibe ciertos sesgos, por ejemplo, de discriminación, y dice que los humanos tienen la responsabilidad de detectarlos para evitar que ocurran.