Hace muchos años, un día normal en la vida de una mujer joven consistía únicamente en realizar tareas del hogar, cuidar a sus hijos, a su familia… Incluso se puede decir que, retrocediendo un poco más en el tiempo, una de las únicas aspiraciones que una mujer podía tener era el matrimonio. La realidad es que hoy en día, ese panorama ha evolucionado drásticamente.
Luego de décadas de lucha por los derechos de las mujeres, es normal ver cómo los objetivos femeninos van más allá de querer formar una familia: incluyen una carrera profesional, al menos un título académico y, claro, ganas de comerse el mundo. Los roles cambian con el tiempo, y ahora las mujeres no se quedan esperando que aparezca el “hombre que resuelve”; son ellas quienes toman las riendas de su destino.
Pero en una sociedad donde convivimos hombres y mujeres surge una pregunta inevitable: ¿el poder femenino se percibe como una virtud o una amenaza? Antes de continuar, una aclaración importante: somos Camila Paz y Rashel Goyes, y en esta columna no vamos a hablar de feminismo.
En cambio, abordaremos una inquietud que ha surgido en más de una conversación con nuestros amigos: ¿el poder femenino inspira o intimida?
El poder y la independencia femenina se reflejan en muchos aspectos de la vida. Una mujer poderosa no solo trabaja arduamente por alcanzar sus metas profesionales y personales, sino que, en gran medida, las logra. Sin embargo, en esta ocasión queremos centrarnos en un aspecto específico: cómo influye el desarrollo profesional de una mujer en las dinámicas dentro de una relación de pareja.
Lo que ellos piensan y sienten
“Creo que depende mucho de cómo sea la relación”, comenta Alejandro, de 25 años. “En mi caso, considero que mi enamorada es exitosa: tiene un buen trabajo, está estudiando su maestría y también inició un emprendimiento. La verdad, la admiro. Pero sí conozco casos en los que hombres se sienten intimidados cuando a su pareja le va bien laboral y económicamente”, nos comenta.
Sin embargo, no todos reaccionan de la misma manera. Hay quienes, al sentirse opacados, buscan ejercer algún tipo de control emocional sobre la mujer como una forma de obtener validación. Este fenómeno afecta a más relaciones de las que creemos.
La socióloga australiana Raewyn Connell lo explica en su teoría de Género y poder (1987) y lo detalla más a fondo en su libro Masculinidades (1993). Los roles de género tradicionales pueden hacer que algunos hombres se sientan inseguros cuando el éxito de su pareja desafía las expectativas que tienen sobre la masculinidad y su posición dentro de la relación. Es algo que no solo sucede en matrimonios, sino en relaciones de parejas jóvenes que aún no han roto el patrón de esta hiriente conducta emocional.
¿Pero por qué seguir aceptando este trato? Una recompensa profesional no debería sentirse como un castigo en pareja.
Lo que ellas piensan y sienten
Cuando una mujer se dedica a su carrera y empieza a ganar independencia, puede que en su relación empiecen a surgir pequeños desajustes. “Mi novio es muy atento, y no es que desee controlarme, pero a veces cuando hablo de un viaje de trabajo o de alguna oportunidad que me ha surgido, me hace comentarios como ‘¿no te parece que ya es mucho?’. No lo dice con maldad, pero me deja pensando en que si me está sugiriendo que me quede en mi zona de confort”, comparte Valentina, de 27 años.
Es interesante cómo a veces lo que podría parecer una simple preocupación se convierte en una forma indirecta de cuestionar las decisiones de la mujer. Es un comportamiento que no siempre es explícito, pero que puede generar tensiones en una relación.
¿Entonces se gana o se pierde?
Vivimos en una época muy interesante: las mujeres gozan de varios derechos, casi iguales que los hombres, al menos si estamos hablando del contexto ecuatoriano.
Según los resultados de la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu) de junio de 2024, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la tasa de empleo adecuado o pleno para las mujeres fue del 28,1 %. Aunque los avances son evidentes, aún queda mucho por hacer. Un trabajo soñado y una independencia financiera suenan al sueño de toda mujer. Sin embargo, es difícil pensar que si ganamos en un área perdemos en la otra.
No hay razón para ser felices en el trabajo, pero tristes en la casa. Y la realidad es que las mujeres que se encuentran en sus 20 ya no quieren seguir perdiendo.
El poder femenino, ¿una virtud o una amenaza?
El verdadero peligro es percibir el éxito de una mujer como algo que compite o amenaza una relación, en lugar de verlo como una oportunidad de crecimiento para ambos. El poder femenino no solo es necesario, sino vital. Es la fuerza que alimenta un mundo más justo, donde no tenemos que escoger entre ser profesionales exitosas o personas amadas; donde a los 20 podemos ser ambas. (O)