En este mundo convulsionado en que vivimos, y en donde cualquier aspecto de la vida puede desarreglarse sin previo aviso, es difícil ser padre o madre y mantener el equilibrio emocional en el día a día.

Algunos simplemente no podemos manejar la presión cotidiana y de manera directa o indirecta afectamos a nuestros hijos. En algunos casos nosotros mismos hemos venido de hogares emocionalmente disfuncionales donde hubo ignorancia, abuso, mal manejo de problemas, uso de drogas, y nos acostumbramos a vivir con esa carga sobre nuestros hombros, lo que limita nuestra autonomía emocional. No aprendimos a identificar y luego enfrentar y resolver temas que en otras familias no existen o se superan sin mayor desgaste.

¿Cómo es un padre emocionalmente inmaduro? No es difícil visualizarlo. Es aquella persona que no logra controlar sus emociones y actúa impulsivamente, sin reflexionar sobre el impacto de su actitud hacia los hijos (por ejemplo, los castiga exageradamente y luego les pide perdón) o les ofrece ejemplos equivocados de manejo personal (reacciones irracionales ante situaciones que deberían poder resolverse usando el sentido común).

La violencia conyugal es otro ejemplo de inmadurez a nivel serio.

Los padres inmaduros son invasivos, ignoran los límites a que los niños tienen derecho (los espían, oyen sus conversaciones, leen sus diarios) o los manipulan para hacerlos sentir culpables y lograr que actúen como ellos desean. Usualmente son inconsistentes, pueden imponer reglas que un día castigan por violarlas y otro día proponen ignorarlas.

Esta percepción de falta de apoyo y empatía puede empujar al niño a buscarlas fuera de la casa, no siempre cayendo en buenas manos y complicando aún más su vida, ya que sentirá que no tiene a quién recurrir.

La inmadurez emocional hace que los padres sean egocéntricos y pongan sus necesidades antes que las de sus hijos, en el peor de los casos usándolos para satisfacerlas, en detrimento de su desarrollo emocional. Es lo que se denomina miopía emocional, solamente se percibe lo inmediato, ignorando las consecuencias a largo plazo, que pueden ser devastadoras (desde la atrofia de la autoestima y la autonomía emocional, hasta el desarrollo de ansiedad y depresión agudas). Una familia así configurada debe buscar ayuda profesional lo antes posible. (F)