La inseguridad y la baja autoestima son dos términos que enfocan características fundamentales de la personalidad y tienen mucho que ver con la autopercepción del individuo con respecto a su ubicación personal y social, pero no son equivalentes y sus manifestaciones son distintas. Sin embargo, pueden presentarse en la misma persona e influenciarse mutuamente, por lo que se considera muy importante poder diferenciarlos.

La base de la inseguridad es el temor a ser rechazado, ignorado o criticado, lo que obstaculiza la fluidez en la interacción social de la persona afectada. Alguien así necesita reafirmación continua de parte de su entorno, lo que puede generar dependencia o servilismo (torpeza social). Indudablemente, estos comportamientos pueden afectar o disminuir la autoestima, aunque no es un resultado automático (existen personas inseguras con buena autoestima, y personas con baja autoestima pero no significativamente inseguras).

La raíz de la inseguridad usualmente se encuentra en la niñez, en un hogar conflictivo, con padres poco confiables, negligentes, autoritarios o abusivos, quienes crearon un ambiente de dudas, temores y desorientación en el hijo. Si a esto se le agrega ser discriminado por alguna causa, o ser continuamente comparado desfavorablemente con los demás, se estaría propiciando la incertidumbre, indecisión y duda como estilo de vida.

En la baja autoestima se presenta una serie de factores que pueden incluir una niñez infeliz, llena de críticas, frustraciones y experiencias humillantes, a lo que se le puede sumar expectativas sociales que no pudo cumplir (fortaleza, belleza, inteligencia) y pobre desempeño académico. No es raro que este cuadro se complique con el desarrollo de afectaciones psicológicas, como depresión o ansiedad, debilidades o deformaciones físicas, reales o imaginarias (dismorfia corporal).

Desde temprano el individuo se da cuenta de que mucho de lo que desea está fuera de su alcance (en la mayoría de los casos por no tratar, o intentarlo a medias, con la expectativa de fracasar, lo que se confirmará); se culpa de su incapacidad, y se convierte en su crítico más agudo, viviendo en un mundo emocionalmente oscuro, negativo, resaltando los fracasos y minimizando o ignorando los logros alcanzados.

Tanto la inseguridad como la baja autoestima limitan severamente el progreso del individuo en su vida interna y en la sociedad. Afortunadamente, ambas condiciones reaccionan favorablemente a la psicoterapia. (O)