T. J. es un niño de once años que nos visita a bordo del barco en que trabajo. Viaja con sus abuelos. Es alto, delgado, un poco taciturno, pero cuando sonríe sus ojos se iluminan del color del mar de bahía Gardner en día nublado, es decir, de celeste claro. Lo que me sorprende de este visitante de las islas Galápagos es su poder de observación y su gran interés y conocimiento. En su primer buceo de superficie, T. J. encuentra un caballito de mar a lo largo de las paredes del islote Gardner.