Todos tenemos una idea de lo que son los sentimientos de inadecuación o inferioridad que una persona puede experimentar en determinadas circunstancias. Cuando esta autopercepción negativa es llevada al extremo se la denomina complejo de inferioridad. Aunque en mucho menor proporción, también existe lo opuesto, el complejo de superioridad.

Como su nombre lo indica, la persona así afectada se siente por encima de los demás (en recursos, instrucción, capacidad intelectual, logros alcanzados, ubicación y manejo social, estética) y lo demuestra de una manera imponente, pedante, arrogante, mirando a los demás para abajo y sintiendo todo el derecho de hacerlo, sin ninguna consideración para con los afectados.

Es posible que esta persona no esté consciente de su accionar y no se dé cuenta del efecto que su comportamiento causa en los demás. Lo más probable es que su grupo social se reduzca a un pequeño círculo en el que ella tiene mucha influencia, como sería con los empleados en una empresa de su propiedad, o en un grupo familiar que depende económica o emocionalmente de ella. En un círculo más amplio no le harían caso, le tendrían pena y más bien se burlarían de ella a sus espaldas.

Lo más curioso de esta condición mental es que comparte algunas de las causas de su extremo opuesto, el complejo de inferioridad, como es la baja autoestima y la consiguiente inseguridad (compensada con la actitud de superioridad). Asimismo, si siente temor a ser vulnerable puede sobrecompensar este miedo eligiendo actuar agresivamente y empequeñeciendo a los demás.

Muchas personas que fueron maltratadas en su niñez también pueden emplear este mecanismo de defensa de la compensación para asegurarse de no volver a sufrir, garantizándose estar por encima de los demás. Por supuesto que eventualmente puede crear rechazo y aislamiento de parte de su medio social, una consecuencia muy grave para alguien que no desarrolló empatía y consideración hacia su prójimo.

Esta condición no está clasificada como una enfermedad mental, pero puede ser parte de la sintomatología patológica de la personalidad narcisista, de la fase maniaca del síndrome bipolar, o de la personalidad antisocial. Muchas veces las personas afectadas se dan cuenta de lo perjudicial de su accionar, pero temen no tener alternativas y no las exploran. Para ellas la psicoterapia es esencial. (O)