En mi libro, El Aleph, describo mi experiencia personal con respecto a un asunto muy delicado: la reencarnación. Debemos dejar a un lado la idea de que el tiempo puede ser medido: no puede. Creamos un convencionalismo que es absolutamente necesario para que la sociedad funcione; caso contrario, jamás llegaríamos a tiempo para tomar un tren, o la carne acabaría quemada en el horno.