“La historia del mundo”, decía Thomas Carlyle, “no es sino la biografía de los grandes hombres”. La frase resume en buena medida una corriente del pensamiento historiográfico, de la que Carlyle es uno de sus exponentes más importantes, que ve en la historia el escenario donde la dirección de los acontecimientos viene marcada por el papel que juegan y las decisiones que adoptan los estadistas, líderes políticos, militares, héroes o caudillos. Una visión de la historia que, ciertamente, ha sido cuestionada por soslayar la importancia que tienen otros factores (sociales, religiosos, económicos, etc.) en el devenir de las sociedades, o simplemente por ignorar el peso que han tenido que soportar aquellos protagonistas colectivos que muchas veces pasan inadvertidos.