<strong><em>Eliécer Cárdenas Espinoza (1950), novelista, cuentista, periodista y dramaturgo ecuatoriano.</em></strong>En el Ecuador hay un aniversario literario que este 2019 está pasando casi inadvertido: los 40 años de la publicación de <em>Polvo y ceniza</em>, del escritor cañarejo Eliécer Cárdenas, una de las grandes novelas de las letras ecuatorianas de la segunda mitad del siglo XX. El autor estuvo en la reciente Feria Internacional del Libro de Guayaquil presentando su conmemorativa <em>Trilogía bandolera</em> (contiene <em>Polvo y ceniza, El árbol de los quemados</em> y <em>El héroe del brazo inerte</em>), editada por la Casa de la Cultura Ecuatoriana matriz, con un auditorio en el que solo se hallaban cinco personas. La Feria del Libro de Cuenca, de próxima realización, ha anunciado un homenaje al escritor y su obra.<em>Polvo y ceniza</em> se publicó en 1979, un año clave para el país, porque marcó el retorno a la democracia después de un periodo de dictadura. En ese entorno de nuevos vientos, de entusiasmo por el futuro, apareció esta novela, escrita por un joven que quizá sin saberlo había edificado, a la edad de 29 años, su obra más señera. Eliécer Cárdenas nació en Cañar en 1950 y desde muy joven se dedicó a la narrativa. Su vida ha transcurrido entre el periodismo y la literatura. Es autor de más de una decena de novelas. También ha incursionado en el cuento y en la escritura de obras teatrales. En 1993 obtuvo el Premio Aurelio Espinosa Pólit por su libro <em>Morir en Vilcabamba</em>.<em>Polvo y ceniza</em> es una obra basada en la leyenda de Naún Briones, un delincuente lojano que robaba a los ricos para ayudar a los pobres. Un hombre que vivía al margen de la ley y que Cárdenas logró convertir en el tema con el cual elaboró una joya literaria, gracias a una eficaz narrativa. Me parece interesante en este libro el manejo del recurso del rumor: el dicen que decía, el cuentan que contaba. Con esos detalles la escritura parece alimentarse de la oralidad. La novela está escrita, asimismo, a manera de contrapunto, presentando las dos caras de la moneda: pobreza-riqueza, ley-delincuencia. Los personajes son dueños, además, de una filosofía de vida, pues su accionar está imbuido de lo que ellos consideran una razón, un porqué, con lo que la obra podría caer en una suerte de estereotipo, pero el autor, con pericia, logra alejarse de aquello. El lector se asoma a las andanzas de los personajes y a una extraña y paradojal situación: el sentir, quizá, una cierta empatía por ellos a la par que una razonada desaprobación. No es esta una novela cómoda. Hay, por ejemplo, un desgarrador episodio en el que matan a una novicia porque se resiste con todas sus fuerzas a una violación.¿Cómo leer este libro en tiempos de corrección política? Creo yo que como se debe leer siempre: con ojos críticos y sabiendo que la literatura, ese artificio hecho de palabras, nos permite adentrarnos en mundos que a lo mejor de otra forma no conoceríamos y que nos confronta con el bien, con el mal, con el horror, con el dolor. Con la vida siempre. <strong>(O) </strong>