Para Marco Pucci, la ópera es su vida. Conversando en un español casi cantado, el tenor italiano recuerda sus décadas siendo director escénico de ópera en los teatros más icónicos de Filadelfia, Tokio, Seúl, Venecia y San Carlo. Sin embargo, fue Quito la ciudad que lo atrapó y donde está viendo crecer a su propia compañía artística, La Mala Compañía.

Cuando arribó a la capital en el 2021, Pucci se encontró con un panorama musical que difería mucho de otros países latinoamericanos que había visitado.

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“En toda América Latina la ópera es viva, vivísima”, afirmó el director escénico en una entrevista con EL UNIVERSO. Pero lamentó que “en Ecuador no hay una temporada de ópera”.

A pesar de que no fue un género nacido en Ecuador, la ópera fue una de las tendencias musicales y teatrales más populares en el país a finales del siglo XIX.

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Hace cien años, compositores ecuatorianos como Luis Humberto Salgado (1903-1977) y Sixto María Durán (1875-1947) estaban creando óperas basadas en historias nacionales.

Cumandá, una composición de Salgado, está inspirada en la novela del mismo nombre del autor Juan León Mera. Eunice, El centurión y El tribuno son otras óperas del compositor ecuatoriano.

En los años más recientes se destaca el músico Diego Luzuriaga, nacido en Loja en 1955, quien compuso la música y el libreto de la ópera Manuela y Bolívar, estrenada el 13 de noviembre de 2006 en el Teatro Nacional Sucre, en Quito.

Aún así, “la cantidad de ópera ecuatoriana creada y puesta en escena en los últimos 24 años resulta ser todavía bastante precaria”, afirma Javier Andrade, un galardonado director escénico ecuatoriano para teatro y ópera, entrevistado por este Diario.

Una de las escenas de la ópera 'Manuela y Bolívar', cuya música y guion fueron compuestos por el ecuatoriano Diego Luzuriaga. Foto: Carlos Barros

Sin compañías, no hay ópera; sin ópera, no hay público

En la actualidad, la falta de innovación en las obras y la escasez de compañías de ópera consolidadas son dos de las causas por las que hay un déficit de producciones a las que el público ecuatoriano tiene acceso.

Un patrón que señaló Pucci es que entre las compañías no hay variedad de obras, y que no se da suficiente cabida a experimentar: “Cuando llegué aquí vi cuatro conciertos de compañías diferentes y eran los mismos conciertos. (...) El público de Ecuador está listo para absorber cosas nuevas, sobre todo si son presentadas bien”.

Generalmente, para hacer obras de ópera “se llama a personas de Guayaquil, de Cuenca, se llama a personas de aquí, de allá, pero no hay una sola formación. Es un núcleo pequeño y de ahí se va llamando para hacer las producciones que realmente pueden ser una o dos al año”, comentó Andrés Salazar, cantante de ópera y cofundador de La Mala Compañía.

A su vez, estas escasas presentaciones en el país no son suficientes para crear a un público ‘conocedor’ o crítico de las obras que se le están presentando, opinó Salazar.

¿Cómo creamos público si de pronto hay solo una producción de ópera al año en una ciudad?”, se cuestionó también Andrade.

Según el experto, el público se forma cuando existe un nivel de frecuencia y una alta calidad de producción, como para que una persona que se encuentra por primera vez con el género se enganche con él, reconozca sus valores y se sienta convocada.

Pero para que se alcance esta calidad de producción hace falta institucionalidad y un presupuesto consistente que apoye a la ópera.

Presupuesto e institucionalidad, lo que la ópera necesita

La responsabilidad de mejorar la calidad de producciones de ópera se la atribuye Andrade en parte al Teatro Nacional Sucre, uno de los más antiguos teatros de ópera en Latinoamérica.

“Es un escenario que a diferencia de otros, tiene vinculado a su estructura un conjunto de músicos”, indicó el experto. Pero el teatro “ha tenido un tipo de gestión muy irregular” que se evidencia en el escaso número de obras de ópera presentadas en los últimos años, a pesar de que se concibió con esa finalidad.

“Su responsabilidad es proponer estrenos, concursos y selección de obras nuevas y artistas vinculados a la obra a nivel significativo; producciones donde todos los aspectos de la ópera están cubiertos de manera profesional y desde un punto de vista creativos”, expresó.

Fotografía que muestra el Teatro Nacional Sucre en el centro histórico, en Quito. Foto: José Jácome

Sin embargo, aseguró que lo que ocurre en la actualidad es que las producciones tienen que pelear constantemente con la falta de institucionalidad y para llegar a ser producciones con un rasgo profesional hacen esfuerzos muy grandes para conseguir los recursos económicos que necesitan.

Según María Isabel Albuja, cantante soprano y delegada de la Orquesta Sinfónica Nacional, la falta de recursos económicos es un gran problema que enfrenta la ópera: “Toda la parte cultural tiene presupuestos cortos y, dentro de la cultura, la ópera es un nicho pequeñísimo, entonces no se le da la fuerza que se le podría dar”.

Albuja menciona que “varios grupos conformados han buscado sus propios caminos para poder realizar ópera y la mayoría es a través de la empresa privada, tocando puertas o consiguiendo fondos”.

Montar un espectáculo requiere no solo de pagar a los cantantes, músicos y bailarines, sino también de montar la escenografía, diseñar los vestuarios y contratar al resto de mano de obra que se necesita.

Es así como, según Andrade, “se observan producciones donde hay muchos sacrificios en términos de calidad (...). De pronto hay cuantitativamente más esfuerzos, aparecen más compañías, pero tienen esa limitación”.

En realidad, varias compañías de ópera están surgiendo para intentar no solo mantener este género a flote, sino para convertirlo en una salida laboral rentable.

Viviana Rodríguez es una cantante guayaquileña que además fundó en el 2016 la compañía Napoli Opera y también maneja en Guayaquil el Club Amigos de la Ópera.

Desde el 2016 la ópera revivió en Guayaquil de una manera única”, contó Rodríguez a este Diario. “Fue algo revolucionario y realmente muy gratificante”, dijo sobre el estreno de su primera obra, Don Pascuale, que contó con subtítulos proyectados en español.

Sin embargo, la cantante reconoce que obtener fondos para sustentar su compañía no fue fácil, y que es con el apoyo del sector privado con lo que se desarrolla el proyecto. Su situación es “fortuita” y “privilegiada”, porque si bien ella cuenta con los recursos económicos para montar sus producciones, esa no es la situación de la mayoría de los jóvenes músicos en el país.

“Faltaría más apoyo, más esfuerzo para que un cantante se dedique 100 % a la ópera (...). Esa es la razón por la cual los cantantes líricos son escasos aquí en Ecuador. Hay mucho talento, lindas voces, pero esta nueva generación de cantantes no se dedica totalmente al canto sino que tiene otra actividad particular y es entendible”, aseguró Rodríguez.

El renacer de la ópera en Ecuador

Cuando Viviana Rodríguez se subió al escenario para interpretar la ópera Don Pasquale en el 2016, unas 80 personas estaban sentadas en las butacas del Teatro Centro de Arte. En la última gran obra montada por Napoli Opera, que fue Rigoletto -compuesta por Giuseppe Verdi y escrita por Víctor Hugo-, más de 600 personas llenaban la sala del Teatro Sánchez Aguilar.

Desde la izq. el elenco principal de 'Rigoletto': Viviana (soprano) y Álex Rodríguez (barítono), Vanessa Regalado (soprano) y Marc Sala (tenor).

“Para llegar a esa cantidad de espectadores se ha ido trabajando año tras año, para que la ópera llegue más a la gente y el público se dé cuenta de que es un género que es para todos (...). La gente me escribe para saber cuándo es la próxima producción”, expresó la cantante.

Y la suya no es la única compañía que cosecha éxitos montando producciones de ópera en Ecuador.

En La Mala Compañía, Marco Pucci se precia de innovar con sus obras para mostrar al público una faceta más personal de la ópera.

El año pasado, esta compañía cerró el Festival de Artes Vivas de Loja; y en agosto se presentó en la Asamblea Nacional para celebrar los 215 años del Primer Grito de Independencia. Sin embargo, lo que le causa más orgullo es que pueden presentarse cada mes en escenarios como la Basílica del Voto Nacional de la capital, alcanzando un nivel de consistencia que no resulta común en esta industria.

Si en dos años hice una pequeña revolución en la música soy feliz, soy feliz porque nos conocen”, dijo Pucci.

Andrés Salazar describe a la agrupación como una que “rompe estereotipos”, pues sus obras son diferentes, tratan de involucrar al público y no solo presentarles la historia, sino explicárselas.

Otro esfuerzo proviene de la Orquesta Sinfónica Nacional, que en octubre del 2024 montará tres funciones de La Bohème, la ópera del músico Giacomo Puccini, con la dirección de Yury Sobolev y la dirección escénica de la española María Elena Mexía.

Mexía llegó a Ecuador para colaborar en la producción del 2006 de Manuela y Bolívar, de Diego Luzuriaga. Desde entonces se ha desempeñado como directora escénica de otras obras como Tríptico quiteño, del compositor ecuatoriano Marcelo Beltrán, que se estrenó el año pasado en el Teatro Sucre.

“La ópera se ha quedado vieja porque no hacen títulos nuevos”, opina la directora. Pero “el año pasado hicimos el tríptico de unas historias de cuentos de Quito. Y la puesta yo la hice actual y a la gente le encantó. La gente entendió porque la música nos resuena, está en vuestra piel, en vuestra sangre”.

Ella destaca la necesidad de escribir óperas nuevas y ecuatorianas, que conecten con las audiencias y que emocionen a quienes las escuchen.

Cuando la ópera está hecha así, es un género que funciona perfectamente”, expresa. (E)